—E-eso es demasiado. Me vas a herir con tu lengua áspera —se quejó Cisne—. Ella abrió más sus piernas y dijo —¿Por qué no lames en otro lugar, esposo?
La bestia dejó de lamer sus pezones y agarró sus tobillos. Separó sus tobillos ampliamente y miró la expuesta vagina. Se lamió los dientes mientras el hambre extrema y el antojo le hacían perder el control.
—¡Ah! ¡Ahn! E-es tan á-áspera... —se quejó Cisne, pero no intentó detener a la bestia de lamer sus labios vaginales con su lengua áspera.
La bestia disfrutaba del sabor del jugo que se filtraba de su vagina. Tenía un sabor único que lo hacía más hambriento y más excitado.
Insertó su larga lengua en su vagina para preparar a esta hembra antes de follarla, lo que hizo que Cisne inhalara fuertemente en respuesta.