—¡Mamá! —Jiang Yutong gritó en desesperación, tratando de ayudar a su madre a levantarse, pero Pelo Amarillo la sujetó con fuerza.
—¡Malditos! ¡Déjenme ir! —Jiang Yutong se debatía ferozmente.
—No te preocupes, definitivamente te dejaremos ir, pero antes de eso, tienes que pagar el impuesto de protección con tu cuerpo —Pelo Amarillo ladeó la mirada con una siniestra risotada.
—No toquéis a mi hija, os lo ruego —suplicó la madre con voz ahogada, arrastrándose para agarrar la pierna de Pelo Amarillo y detenerlo.
—Joder, vieja decrépita, ¡lo estás buscando! ¡Suéltame o voy a ponerme brusco! —Pelo Amarillo amenazó duramente.
—Mamá, no te preocupes por mí, ¡vete! —Jiang Yutong también gritó desesperadamente.
—¡Suelta a mi hija! —la madre gritó débilmente, todavía sin querer soltar.
—¡Vete al infierno! —Los ojos de Pelo Amarillo de repente relampaguearon con brutalidad mientras avanzaba hacia la cabeza de la madre.