—Mi señora —un ligero sacudón fue todo lo que hizo falta para que Islinda se enderezara bruscamente con un jadeo sorprendido, mirando a su alrededor con el corazón acelerado hasta que reconoció al Fae frente a ella y que todavía estaba en la biblioteca. Debía haberse quedado dormida en medio de su lectura.
—Lizy... —dijo ella con voz ronca—, ¿qué haces aquí?
—Lo siento por el susto, mi señora —Lizy bajó la cabeza apenada—. Aurelia me envió a ver cómo estabas y te encontré durmiendo. Créeme, se suponía que fuera un ligero sacudón.
—No, está bien —Islinda se encontró bostezando mientras se estiraba. Tenía un dolor en el cuello y todo era gracias a su incómoda posición al dormir. Había elegido otro libro para leer antes de quedarse dormida.
Como si eso no fuera suficiente, su estómago eligió ese momento para rugir fuertemente y una ola de vergüenza le subió a las mejillas—, perdón.