—La cara del Anciano Peng Lei estaba tan oscura que parecía que iba a gotear de tristeza. No tuvo ni tiempo de reaccionar antes de que la mitad de los discípulos de la Secta de la Nieve Fluyente fueran asesinados.
—En el pasado, solo habían escuchado acerca de cuán increíblemente poderosos y aterradores eran los miembros del Pabellón Asesino de Dioses. Los discípulos de la Secta de la Nieve Fluyente lo tomaron como una exageración, un caso de distorsión de la verdad.
—Solo en este momento, después de experimentarlo por sí mismos, se dieron cuenta de que el Pabellón Asesino de Dioses era aún más temible de lo imaginado.
—En este fugaz momento, mil personas de su Secta de la Nieve Fluyente habían sido masacradas, ¡y los discípulos de la Secta de la Nieve Fluyente ni siquiera habían tocado el borde de la túnica de un discípulo del Pabellón Asesino de Dioses!
—Ellos también querían matar, pero ¿qué podían hacer?