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En el patio, Mo Yan, sin nada mejor que hacer, deshojaba las verduras del jardín y las arrojaba al suelo para que los pollitos comieran. Al ver a cada pollito amarillo y tierno revolcándose con sus rechonchos cuerpecitos para competir por la comida, se divertía. De vez en cuando les picoteaba el trasero con el dedo, y si un pollito perdía el equilibrio, se volcaba de cabeza, lo que la hacía estallar en risas.
Había un total de ocho pollitos, empollados por una gallina del Espacio. La gallina había puesto sus huevos en un lugar muy escondido, y Mo Yan no los había descubierto hasta antes de ayer, cuando tropezó con la gallina forrajeando en el Espacio con sus pollitos. Entonces los capturó a todos y los sacó afuera para criarlos como mascotas, para variar un poco el ritmo de la vida.