Damien estaba sentado en la mesa de caoba pulida, asintiendo a la propuesta de un empresario humano, pero su mente no estaba completamente enfocada en las palabras que se pronunciaban. Había estado en miles de reuniones como esta antes, y normalmente, podía manejarlas con facilidad. Pero hoy era diferente.
Una repentina ola de miedo lo envolvió, aguda e inesperada, haciendo que sus músculos se tensaran bajo su traje a medida. No era su miedo, sin embargo. Era el de Anne. El inconfundible tirón de su lazo de compañero surgió dentro de él, y aunque ella estaba lejos, la intensidad de sus emociones lo golpeó como un golpe físico. Podía sentir su pánico y su inquietud, como si ella lo llamara sin palabras. Su pecho se apretó.
Damien se movió incómodo en su asiento, tratando de mantener la compostura mientras los hombres a su alrededor seguían hablando de cifras, logística y proyecciones de mercado. Su lobo se agitó dentro de él, inquieto, como si sintiera la angustia de su pareja.