Gao Suhua tampoco sabía por qué quienes vivían en la misma habitación que ella conocían el crimen que había cometido. Todas la miraban con desprecio y hasta se burlaban de ella colectivamente durante los tiempos de descanso. Verdaderamente vivía con miedo todos los días.
Ante sus ojos, parecía siete u ocho años más vieja que antes de entrar, desempeñando mecánicamente las tareas dispuestas por los guardias de la prisión, sintiendo que no había final a la vista para sus días.
En la Aldea Qingshan, Zhao Jianing había estado encerrada en la casa durante varios días. Ahora, salvo sus documentos de registro civil y de inscripción escolar, que había recibido ese día y descuidadamente guardado en su bolsillo, todo lo demás había sido quemado hasta convertirse en cenizas, incluso la bolsa que había traído consigo no se salvó.