Las casas antiguas de Ciudad del Norte de hace cincuenta años estaban muy deterioradas, lo que muestra que la pareja que adoptó a Yong Hui no era muy adinerada.
Al principio, la pareja fue muy buena con Yong Hui, y Yong Hui obtenía todo lo que quería. El joven monje, nuevo en el mundo, era inocente y feliz con todo, y siempre preguntaba a sus padres —Papá, mamá, ¿cuándo vamos a traer a Ayu aquí?
La pareja siempre decía que en unos días hasta que Yong Hui preguntó seriamente —¿No tienen planeado traer a Ayu aquí?
—Pequeño, Ayu es solo un gorrión, y no puedes criar gorriones en la ciudad. Además, mira, nuestra casa necesita limpieza todos los días. Si Ayu viene, habrá excremento de pájaros por todas partes, y se pondrá muy sucio.
—Sí, y además, hay muchas personas malas afuera. Si te ven siempre jugando con un pájaro, matarán a tu pequeño pájaro.
Yong Hui murmuró para sí mismo —Ayu no es mi pájaro, Ayu es libre, y también quiero que Ayu pruebe la carne, es realmente deliciosa.