Los ojos de Samantha se abrieron tanto como los platos sobre la mesa, su rostro se volvió blanco como una sábana. Su mente quedó completamente en blanco, incapaz de distinguir entre su confusión y la apremiante realidad. Sentía como si estuviera sumergida bajo agua helada, incapaz de respirar. Su corazón latía en sus oídos mientras su cuerpo se endurecía como una roca.
No sabía cuánto tiempo había permanecido en ese estupor. En algún momento, finalmente Samantha comenzó a ver con claridad nuevamente. Al fijar sus ojos en el rostro sonriente de Jason, las palabras salieron de su boca como si no le pertenecieran.
—¿Qué... qué quieres decir... con que está en tu casa? —preguntó.
El hombre soltó una risa siniestra.
—Nunca esperabas que esto sucediera, ¿eh? Bueno, fue increíblemente tonto de tu parte dejar a ese bebé con tu novio borracho y esperar que nada saliera mal, Sam —dijo Jason con burla.