—Por favor siéntate. Necesitamos preguntarte algunas cosas.
Atendí las palabras del policía que me visitó la noche que desperté. Me senté en el sillón grande, dejando a ellos en los dos individuales.
—Absalon Florentino Salieri Vitale. Dieciséis años, nacido el 1 de agosto de 2009. Nacionalidad chilena. Madre Italiana; Padre Chileno.
¿Debería estar sorprendido? No lo estaba. Incluso, era de esperar que en algún momento se dieran cuentas de que mentí. Me giré hacia la pileta como si buscara una salida.
—Antes que nada. Dime, ¿Por qué nos mentiste en la madrugada del día martes 1 de abril?
—No sé de qué habla.
No tenía intenciones de tratarlo como a un policía mientras no tuviera su traje. Intenté ser claro con eso.
—Ese día martes en la madrugada a las 4:24 A.M recibimos una llamada. ¿Recuerdas sobre qué?
—No recuerdo muy bien. Estaba cansado, incluso lo confundí con un sueño, veo que no lo era —respondí sarcástico.
—Bueno. El tema es que ese día, fue reportado unos disparos de un arma de fuego, por los vecinos. Como presenciaste, en ese momento no pudimos entrar a la casa ya que no precisábamos del permiso. No le tomamos mayor atención al asunto, ya que la llamada se realizó en anonimato, bajando la credibilidad del reporte. Aun así, mi compañero decidió investigar y consiguió la orden. También te investigó. Y sucedió que encontramos dos cosas que no encajaron con tu declaración. ¿Cuál quieres que te rememore primero?
Sabía a lo que iba una de las acusaciones y lo otra podía suponerla, sus intenciones se iban aclarando.
—Me da igual.
—Bueno. Si es tan así. Comencemos por el hecho de que el día Viernes 28.
Una espina se clavó en mi cuello.
—Ese día, cerca de las 5:15 P.M el señor John —refirió al estadounidense, quien bajó la cabeza disculpándose—. Recibió una llamada, de tu madre. Poco después se encontraron seis personas asesinadas. El de la emisora, Alessandra Vitale;
Mis dientes se presionaron.
—Cercana a ella, Tamar Salieri Vitale;
Mi mirada se clavó en la suya.
—Dentro de esta casa, tu padre Sergio Salieri, fue encontrado muerto.
¡¡Detente!!
—Cercano a él, en un charco de sangre, Naim Salieri Vitale fue muerto. Al igual que los dueños de la casa, madre y padre de…
Me levanté para golpearlo en la cara. Al mismo tiempo él se levantó, acompañado del estadounidense.
—Detente. Esto no te llevará a nada —lo retuvo John hacia atrás.
—¿¡Qué mierda quieres!? —le grité ofuscado. Mi respiración estaba intranquila, quería golpearlo. Quería borrarle la cara.
—Tienes razón. Puede que me haya sobrepasado.
—¿Puede?
Quedé completamente ignorado. Los dos se volvieron a sentar, yo me mantuve.
—Supongo sabes a lo que quiero llegar ahora —se acomodó la ropa.
—Claro que no. No tengo ni puta idea.
—Ese día, ¿por qué nos mentiste?
Su pregunta estaba afirmando. ¿Qué debería decir?
Decidí crear mi propia verdad. Me tiré al blando colchón, como si me hubiera rendido.
—No sé cuál fue el sentido de todo. Si querías saber…
—No evites mi pregunta.
—Bien, bien. Fue por… —dudé si responder, para darle credibilidad—. Drogas.
—¡Otra vez! No quiero mentiras.
—¡No lo es! —exclamé de inmediato—. No me refiero a cualquier droga.
—¿Hablas de alguna droga en específico?
—Soy menor de edad, incluso si fueran legales para algunos, yo no pertenezco a ellos. Sin embargo, tenía del otro tipo.
—¿Hablas de que tenías drogas no reguladas?
—Sí, algo así. Luego de comprender que en realidad mi familia, ya no estaba, era, mi única escapatoria —dije mientras miraba el suelo de manera que pareciera culpable—. Aun así, sigo sin entender cuál era el punto…
—No creeré todo lo que digas tan fácilmente, tenlo claro. Sobre lo otro, quería asegurarme que supieras que no soy tu aliado ni nada similar —interrumpió.
—¿No querías respuestas sinceras?
—Aunque te hagas amigo de un mentiroso, este no te dirá la verdad por amistad.
—¿Alguien siquiera lo hace?
—Sabes que no es a lo que me refiero.
—Bueno, lo que digas. Siguen sin darme a entender el sentido de que ustedes, estén acá —alcancé a terminar.
—Buscábamos indicios de que tu abuelo estuviera conectado con la industria del mercado negro de drogas.
—Que jodida broma más mala.
—¿Dices que no sabes nada de drogas? Raro.
—¿Mi abuelo? ¿Eres imbécil? Como puedes decir eso de alguien que está muerto.
—Escúchame claro chico. Dije que no tenía intenciones de ser tu amigo, ni menos. Así que si me vuelves a hablar en ese tono te golpearé.
—¡Inténtalo imbécil! —le provoqué gustoso de su ira.
—¡Dios! ¿¡Pueden calmarse!? —reclamó a toda voz el estadounidense—. Mira chico, será mejor que seas respetuoso. Y tú, Balder, es un chico, trata de bajar tu tono.
—Tienes razón, puede que me haya sobrepasado.
Otra vez una disculpa sin resentimiento.
El teléfono sobre la mesa vibró, enviando toda nuestra atención a este.
—¡Llegó! —dijo al observar de quien era el mensaje.
Le hizo una señal. Como si yo no fuera parte de la reunión
—Bien. Vamos a recibirla.
—¿De quién hablan? —quise comprender.
Los dos me ignoraron y se levantaron. Me quedé un rato desconcertado sin mirar a ningún lado en específico.
—¡Esperen! ¡Mi casa no es una maldita sala de reuniones!
Los dos policías salieron del interior de la casa, los seguí.
—¡Joder! ¿¡Quién más viene ahora!? —hablé casi para mí mismo
A unos pasos de la entrada decidí detenerme. De un jeep negro apareció una chica con lentes oscuros.
—Buenos días Esmeralda.
—Buenos días.
Se sincronizaron los policías.
La mujer tenía el pelo negro, alisado, con una abertura que a ambos lados que le dejaban ver con claridad. Se volvía algo desordenado cuando se encontraba con los hombros y caían hasta su espalda baja. Vestía con una polera blanca con cuello alto, pegada al cuerpo, la hacía lucir más joven de lo que era. Un pantalón gris oscuro elegante sujetados por un cinturón negro, unos tacones negros no muy altos que la hacían ver casi de mi porte, era alta. Y un blazer beich que le llegaba hasta la parte media del muslo.
—Buenos días Balder, buenos días John. Díganme, ¿Cómo les va? —habló con una voz una voz demasiado amable, sin ser suficiente para evadir su actitud altiva.
—Más o menos. Llegamos poco antes que tú. No examinamos más allá de lo extraordinario.
—Ya veo. Y el chico —dijo fijándose de la presencia detrás de ambos policías—. ¿Es su hijo?
—No. Él es Absalon, el hermano de…
—El chico que sobrevivió al asalto —interrumpió el tal Balder a John.
—Absalon… —repitió mi nombre acercándose.
No podía ver sus ojos por sus lentes oscuros. Su boca, pintada de un rosa que resaltaba su color natural, produjo un índice de tristeza, de enojo y de piedad. Una vez lo suficientemente cerca, se quitó las gafas. Ocultaba unos ojos claros verdes como nunca antes vi.
—¿Absalon verdad? —habló como si fuera ensayado. Estaba inconsciente.
—Sí… ¿Y usted? —intenté no parecer tan imbécil.
—Yo soy esmeralda. Yo… —tragó saliva con cuidado. Pensé que iba a llorar. Sus ojos transmitan varios sentimientos que tenían que liberarse. Terminaron cambiando en un súbito suspiro. Se volvieron fríos—. Era compañera de trabajo de Naim.
La nueva noticia me golpeó el pectoral. Sí bien, no teníamos nada de conocidos y nunca nos habíamos visto, una extraña empatía nos comunicaba.
—Usted, ¿trabajaba con mi hermano?
Recordé su imagen, feliz, como si me dijera quien era ella en realidad.
—Puedes tratarme de tú, no creo que me vea muy vieja.
Su mirada volvió a cambiar.
—No, disculpe. Es solo que nunca antes la había visto… Perdón, nunca te había visto.
Por muy joven que fuera yo seguía teniendo dieciséis años. Y tenía que mostrar algún tipo de respeto a mis mayores, al menos eso trataría.
—Entiendo. Sabía que Naim no les contó de mí, así que no me sorprende.
—Usted… Tú, ¿qué eras de Naim?
—Ya lo dije, su compañera de trabajo.
—Lo siento, pero me refería a…
Sus ojos heridos se endurecieron y se sincronizaron a sus palabras
—Bueno. Si se podría decir que teníamos una relación cercana.
—Ya veo. Perdón que te pregunte, pero ¿de casualidad sabes por qué Naim no nos contó?
—Puedo suponerlo. Debió ser porque lo nuestro nunca fue seguro. Nunca lo confirmamos o algo por el estilo. Nos queríamos, pero los dos estábamos de acuerdo de que no era el momento. Además, que el trabajo nos quitaba demasiado tiempo y dedicación como para pensar en ello durante.
—Comprendo.
—¿Cuántos años tienes por cierto?
—Dieciséis.
—Tal como dijo. No pareces de tu edad.
—No creo que Naim haya dicho eso sinceramente.
—Lo decía, siempre. Decía que eres mucho más maduro de lo que aparentas y que tienes una gran forma de pensar. Pero, que no te gustaba mostrar.
—No es tan así.
—Yo lo veo exactamente como Naim —se me acercó.
Sus ojos quedaron a pocos centímetros de los míos. Me alejé un poco y cambié la dinámica del tema.
—¿Puedo preguntarle otra cosa?
—Claro.
—¿Por qué están acá?
Tomó distancia. Se sostuvo el mentón, pensando en lo que estaba por decir.
—Ya te lo dije niño. Estamos buscando un indicio de que tu abuelo tuviera estrecho contacto con el traspaso de drogas ilícitas.
El policía Balder respondió ante la duda. A pesar de que su irritante voz afirmó algo que no quería escuchar, preferí asimilar el golpe. Me dirigí a Esmeralda para que me diera su confirmación.
—Bueno. Hay algo de cierto en eso. No es como si tu abuelo hubiera vendido drogas ilegales como un camello, más bien, es por su relación cercana con involucrados de un cartel.
Bien puede que no esté involucrado con las drogas ilegales, puede que esté conectado con gente que sí. Comprendí eso, sin embargo, aún quedaban muchas dudas.
—¿De qué manera estaría involucrado? —preferí indagar.
Esmeralda miró hacia atrás buscando apoyo o puede que fuera para confirmar si policía Balder iba a interrumpir. Al ver que nadie respondió, habló ella misma.
—El nombre de tu abuelo, ha aparecido en varios casos vinculados por el traspaso ilegal de drogas, contrabando de otras cosas y nuestra sospecha está involucrada a la importante aparición que tuvo en un caso hace no mucho. Si bien no todas lo involucran de mala manera, hay algunos datos que no comprendemos del todo. Por eso, aunque no sea lo mejor, buscamos pistas que pudimos haber saltado, esta vez solo con personas de confianza.
—Es decir que quieren voltear la casa.
—Exacto. Es mi deber profesional y personal es ver quiénes fueron los involucrados, sin discriminar ni favorecer a nadie. Es por eso, que pido, que nos dejes ver la casa sin reservas.
—Está bien. No tengo inconvenientes.
Tampoco es que pudiera negarme. Ella lo sabía, solo me lo pidió por cortesía. Entendía el hecho de que ella pidiera buscar en la casa, lo que no comprendía la situación de los otros dos. Al girarme a observarlos, el policía Balder logró ver a través de mi curiosidad.
—No pienses que estoy acá por gusto.
—¿Entonces?
Su cara se endureció. Respiró con profundidad dejando un silencio, al exhalar se calmó.
—El miércoles en la noche mi compañero de cuadrante fue asesinado… —presionó los dientes a tal nivel que creí escucharlos chillar. Esperé que se tomara su tiempo—. El supuesto homicida llevaba la misma arma con la que ocurrió el accidente en el que te viste involucrado. Ese día me tocó mañana y a él de noche, su compañero de turno; un novato, también fue asesinado por un disparo en la sien cuando entraron a la casa de tus padres, por un aviso de posible robo.
Sentí un escalofrió. No podía ser el mismo sujeto, ¿verdad? ¿Por qué tendría que estar ahí? Tenía que ser una coincidencia lo del arma. Quizás eran distintas, pero usaban la misma munición. ¿No? Si no, ¿por qué estaría en mi casa? ¿Me busca? ¿Significa que me quiere encontrar?
Mi desesperación se hacía evidente. Mis manos comenzaron a temblar y un frío que recorrió mi espalda me volvieron inseguro.
Debía ser coincidencia.
No estoy seguro si lo dije en voz alta o simplemente lo pensé, pero la respuesta llegó enseguida.
—Las balas que se encontraron en los cuerpos eran de la misma arma del accidente. Es demasiado poco común en el país por la perforación de los proyectiles. Incluso es complicada de conseguir entre los altos mandos autorizados por esas mismas razones. Aunque pueda ser una coincidencia entre los casos, la probabilidad es casi nula —Esmeralda me dio su razonamiento.
A pesar de que era de la PDI, también se podía equivocar. Sin embargo, sus ojos tenían una seguridad enorme. Estaban resentidos, al igual que los del policía Balder. Sentí un tipo de compasión, era seguro que ellos también lo sintieron. Estábamos en la misma situación, todos queríamos algún tipo de justicia.
Por un momento olvidé al estadounidense. Su presencia casi nula siempre tuvo un pesar de dolor y pena, conocía desde un buen tiempo a mi familia. En especial a mi padre y mi hermano en sus gustos por la pesca y caza. El ambiente se volvió menos pesado y se sintió agradable. De alguna manera sentía que podía confiar en las personas que tenía enfrente. Sin conocerlos por completo ni saber sus verdaderos pensamientos.
Lo que siguió fue una búsqueda del tesoro. En donde dieron vuelta cada objeto de la casa. La mayoría de muebles quedaron en el patio. La casa fue desmantelada. No quedaron ni las camas dentro de la casa. Abrieron los colchones, sabanas, ropa y almohadas. Sacaron las tablas de los muebles en busca de algún segundo fondo. Revisaron por dentro y por fuera todo tipo de cosas. Incluso revisaron en el gimnasio. Ahí dejé que vieran lo superficial, pues no quería romper los sacos de boxeo.
—Supongo todo eso que acaban de romper se me compensara.
—¿Por qué habría que hacerlo? —comentó Balder en tono burlesco.
—Porque son mis cosas. Aquí es donde vivo ahora.
—Lo siento chico, esto no es tuyo, nada de lo que está acá lo es. Puede que algo te toque, pero hasta entonces nada aquí te corresponde. El reparto de las propiedades de tu abuelo se está haciendo una realidad por lo que tengo entendido.
—¿A qué te refieres?
—Se refiere a que los familiares de tu abuelo, reclaman parte de su fortuna por herencia —habló John luego de estar un buen rato en silencio.
—¿Pueden hacer eso? —consulté sabiendo la respuesta.
—Claro que sí. Incluso lo hacen desde afuera del país.
—¿¡Eso se puede!?
Es verdad que conocía lo de que la herencia podía suceder, pero hasta el momento no percibí la gravedad de mi situación.
—Así es. Solo necesitan llamar un abogado y parte de la gran fortuna que tenía tu abuelo les será repartida. Incluso tú tienes derecho a parte de ella, pero créeme, la casa ya no es tuya. Será mejor que busques otro lugar para dormir.
—Si quieres puedes quedarte a vivir conmigo.
Mientras revisaba un mueble Esmeralda propuso tal idea. Era una opción favorable, pero no era lo que yo prefería.
—No lo sé, no creo que…
—Está bien. Casi nunca paso en casa, solo llego a dormir. Así que estaría bien por mí, incluso puede que sea favorable para ambos.
—Si no te molesta, no veo problema. Aun así, creo que me quedaré acá lo que máximo que se me permita.
—Si es lo que prefieres, no tengo inconveniente. En cualquier momento que quieras, solo tienes que llegar a mi departamento. No es necesario que seas reservado ni nada. Puedes pensar que es tu propia casa. En un rato me aseguraré de darte la dirección.
—Creo que deberías aceptar chico, lo más probable es que dentro de esta semana vengan encargarse de liquidar los bienes para que un juez partidor los distribuya —predijo el policía Balder.
Tenía varias dudas sobre el sistema legal y su funcionamiento. Aun así, no podía dejarlo así, pues yo era el más involucrado. Los problemas legales finalmente comenzaron a hacerse realidad. Si no los comprendía del todo, lo mejor será espera y consultar con el señor Philip apenas pueda.
—Encontré una caja fuerte —dijo John, quien mostraba la misma caja que tomé en algún momento con mis manos.
—Tráela.
A orden de Esmeralda, se acercó con la pesada caja fuerte. La sostuvo buen rato en sus manos antes de dejarla sobre la mesa.
—Supongo no sabes la contraseña —me observó con cuidado.
—Lo lamento, ya intenté abrirla.
No tenía razones para ocultarlo.
—Ya veo. Me la llevaré conmigo. Para abrirla y revisar si tiene algo de nuestro interés.
Siguieron revisando sin encontrar nada.
—¿Sabes la contraseña? —preguntó John esta vez refiriéndose a la computadora portátil.
—Solo pulsa enter.
Lo hizo y al ver que inició quedó algo desconcertado.
—Mi abuelo no era muy complicado.
—O eso quería parecer —interfirió Balder.
Aunque sus palabras me provocaron, preferí hacer como que no escuché.
—Lo lamento, pero no encontré nada —terminó rindiéndose el estadounidense.
—Es normal. En el extraño caso de que el abuelo de Absalón hubiera estado involucrado en ese tipo de mercado. Se habría asegurado de borrar todo indicio. Al menos eso haría alguien lo suficientemente cuerdo —infirió Esmeralda ante los suspiros de John.
Sus palabras eran incisivas, como una lengua afilada. Se notaba que había experimentado más que la mayoría, vivencias desagradables que endurecieron su manera de pensar.
—Es hora de que nos vayamos. Tengo que irme al trabajo.
Era pasado medio día. Estuvimos todo es tiempo sin descansar. Ninguno había almorzado, yo tampoco alcancé, solo bebí algo de té mientras me destrozaban la casa. No deseaba comer, por nauseas.
—Está bien. Ustedes pueden irse. Yo me quedaré a ordenar —prefirió Esmeralda.
—Okey. No te detendré.
Balder y el estadounidense se marcharon. Dejándome a mí y a Esmeralda devolviendo todas las cosas a su lugar. Sinceramente no sé qué hubiera hecho sin su ayuda. Es probable que me lamentara por haber aceptado la búsqueda y me hubiera frustrado por tener que ordenar todo solo.
—¿Puedo preguntarte algo un poco complejo?
Traté de iniciar la conversación.
—No veo problema.
—¿Cómo reaccionaste cuando escuchaste que Naim murió?
Se tomó un tiempo antes de responder, era lo obvio. Lo terminó afrontando antes de lo que creía.
—En un principio, no parecía real. Apenas asumí la información que había recibido, experimenté una oleada de emociones. Dentro de mí, una avalancha de sentimientos comenzó a aplastarme. Aun así, seguí trabajando, intentando no pensarlo, pues no era primera vez que recibía ese tipo de malas noticias. De todos modos, no pasó demasiado antes de que me sintiera mal. Fui al baño por las náuseas. Me encerré y me quedé un buen rato lamentándome en el baño. Finalmente, mi superior se enteró y me mandó a casa. Lo demás te lo puedes imaginar. No fue nada agradable cuando me enteré —respondió sin recelo.
—Ya veo. Lamento recordarte algo tan deprimente.
—Pienso en eso todo el tiempo, no es algo extraño ni enervante para mí. Es más, la que debería disculparse soy yo.
—Gracias. Puede ser un poco cruel, pero tener a alguien que sienta el mismo pésame me alivia algo.
Mientras hablaba mis ojos se nublaron. Me giré antes de darme cuenta, intentando pasar desapercibido.
—Está bien llorar. La verdad es desgastante, pero no es algo malo.
Los ojos de Esmeralda comenzaron a afligirse.
—Supongo eso sería todo —dije dejando los cojines sobre el colchón del sofá. No alcancé a votar ninguna lagrima.
—Por fin terminamos —se estiró lo máximo que pudo—. Nos costó más de lo que imaginé.
—Pienso lo mismo. Eran demasiadas cosas.
Sacó su celular y lo observó lo suficiente.
—Ya es hora de que me vaya. ¿Estás seguro que no quieres ir conmigo de inmediato?
—No te preocupes.
—Bueno. Eso sí, prométeme que si no tienes donde quedarte, irás.
—Lo prometo.
—Dame tu número de contacto —de inmediato se lo di—. Esta es la dirección, el número del departamento, el código de la llave de repuesto y el nombre al que está.
Revisé la información que llegó. No me imaginé que viviera en un departamento, aunque al considerarlo, era lo más adecuado. No me preocupé por no reconocer la dirección; sabía que si me detenía a buscarla, la hallaría.
—Nos vemos. Recuerda que dentro de la semana te pueden embargar la casa y lo demás. Por lo que deberías ir lo antes posible. Si no estoy, solo tienes que pedirle al de recepción la llave y entras sin abstenerte ni preocuparte por nada.
—De verdad te lo agradezco.
—Es lo de menos. Tal como te dije antes, es un pedido algo egoísta.
—Aun así, es reconfortante.
—Eso espero. Asegúrate de decirme cuando vayas.
—Me aseguraré de avisar —correspondí.
Cuando su presencia despareció por completo sin dejar rastro de que estuvo ahí, me sentí algo solo.
Solo, volví a pensar.
No era el único en el mundo. El mundo seguía. Mi problema era tan miserable como una hoja que cae de un árbol. Sin que nadie se dé cuenta. Solo unos pocos que van pasando y la logran admirar. Aunque me sentía pequeño, podía ver que mis problemas no lo eran, al menos no para mí.
¿Qué hubiera pasado si hubiera hecho algo en ese entonces?
No, no había nada que pudiera hacer, solo queda enfrentarlo. No, no tengo que enfrentarlo, ya es una realidad. Solo queda aceptarlo, admitir. Aceptar que mi familia ya no está. Es complicado, tan complejo.
¿Qué tan mal la tenía que pasar? ¿No era la vida acaso justa? ¿No existía algún tipo de argumento ante las cosas malas? ¿No era, algo malo por algo bueno? ¿Luego de la tormenta sale el sol? Antes de la tormenta también está el sol. Gente ilusa que crea esperanza donde no la hay. Quizás sea una forma de salir adelante. No, eso no me sirve, no me convence, no ayuda en nada. Lo único que puedo hacer es moverme, lo único que puedo hacer es cambiar, realizar acciones. Siento que quiero explotar, desaparecer. No sentir nada un momento, nada más, solo un momento, no aguantaría más que eso. Lo necesito. No lo deseo, solo lo quiero.