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29.72% Resiliencia / Chapter 10: Capítulo 10: Melaine

章節 10: Capítulo 10: Melaine

Me quedé dormido.

El cansancio terminó alcanzándome.

Me inquietó el no sentir el sol en mi cara. Con los ojos cerrados pasé mis manos, la sintieron fría. Abrí los ojos de a poco pensando que el sol me molestaría al desplegarse. Me equivoqué, no me llevó ningún esfuerzo abrirlos por completo. Un amplio quitasol encima mío me permitía descansar bajo la sombra. Me levanté de apoco para disminuir el adormilamiento.

¿Un quitasol?

Me quedé buen rato con la mente en blanco, estaba mirando la arena sin razón aparente. Un sonido me devolvió a la realidad, por el cansancio de los ojos tuve que mover todo mi cuerpo para revisar que era ese sonido. Al lado mío se encontraba una chica de cabello ondulado, desordenado por la brisa, su piel clara se enrojecía por el sol. Llevaba un traje de baño escarlata y encima una falda de tela ligera del mismo color, estaba acostada boca abajo, apoyando su cabeza en sus brazos cruzados mientras miraba el horizonte como si estuviera aburrida. Era guapa, demasiado quizás, su pelo entre rojo y naranjo llamaba mucho la atención, se notaba natural. Con un pequeño movimiento de la cabeza me notó. Permanecí observándola sin despegar mi mirada cansada, me sorprendió, pero al no querer moverme me costó apartarme de su silueta. Redirigí mi vista al mar intentando evitar su presencia. El problema es que se encontraba a menos de dos metros y su imagen era demasiado llamativa, comencé a percatarme de que era una chica. Me levanté, no me acordaba del quitasol y me golpeé con una de sus puntas, por instinto bajé la cabeza, se escuchó una pequeña risa. La miré, la manera en la que sonreía podía enamorar a cualquiera, por suerte sigo adormilado. No dijo nada, yo tampoco y continué mi huida.

—¡Hey!

Incluso su voz calzaba con perfección a su esencia. No quería darme vuelta. Por cortesía, decidí fijarme en ella a medias.

—Gracias —dije por la amabilidad de compartir su quitasol conmigo.

—¿Por qué lo dices?

—Por el quitasol.

—No es necesario agradecer.

—Aun así, si no fuera por ti el sol me habría hecho mal, así que, gracias —dejé esas palabras y volví a darme vuelta para irme.

—Mm... Si quieres agradecerme, acompáñame un rato.

—¿¡Cómo!?

—No todos los días se ve a un chico de tu tipo durmiendo en la playa.

—¿Qué quieres decir?

—No sé, me acerqué al verte durmiendo porque me pareciste interesante.

—Gracias por el halago, que lo diga alguien como tú realmente es agradable, pero tengo dieciséis años.

Sabía que con eso la conversación iba a terminar con un: "Ya veo…" O un, "Ya entendí…"

A pesar de que se veía joven y teniendo en cuenta que en esta hora nadie menor de edad estaba en algún sitio que no fuera el colegio, inferí que tenía al menos diecinueve años.

—Ya veo… Igualmente mucho gusto, me llamo Melaine.

Estaba preocupado, incluso su nombre era inolvidable. No podría soportarlo si no estuviera cansado, su atractivo me conmocionó un poco.

—Absalon —me aseguré de presentarme.

—Si no tienes prisa puedes acompañarme a conversar un rato.

—Tendré que rechazar, debo irme.

Busqué mi celular y comprendí la hora. Eran las 4:02 P.M. Aún tenía unos minutos para llegar al colegio.

—Antes de que te vayas. Dime, ¿vives por acá?

—No, vivo en "La floresta".

—¿Dónde vas ahora entonces? Eso queda bien lejos y por lo que veo, estás solo.

—No creo que sea imprescindible responder.

—Si quieres, puedo llevarte —ofreció con una mirada tan intrépida que mi respuesta fue inmediata.

—No es necesario.

No quería alargarlo, así que me retiré. Al parecer es bien persistente, pues se levantó al instante para seguirme.

—¡Espérame!

No le hice caso y continúe por la pesada arena hasta llegar a la vereda. Me alcanzó y se puso en frente mío dándome su espalda. No pude evitar llevar la vista a su delicada cadera y sus llamativos cabellos; esto y su forma de hablar la hacían verse tierna y amable, a la vez que atrevida y audaz.

—¿Te llevo?

Mostrándose engreída, pero sin ser desagradable, me miró con la vista en alto mientras pulsaba las llaves de un vehículo. El auto que se abrió estaba a tres coches detrás del de mis padres. Este era bajo, se notaba costoso. No podía ver la marca, pero estaba seguro de que era un Porsche Cayman de un color rojo carmesí. Pasé de largo ignorándola y me subí al Wrangler. No pude evitar que el ego en mí creciera. Contemplé a la chica llamada Melaine. Me descolocó un poco verla rechazada, era una chica tentadora que me declaró interesante. En ese instante se me hizo imposible no querer verla de nuevo, hablarle y conocerle mejor. Solo que es demasiado improbable.


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