Casio
—¿Qué has dicho? —pregunté sorprendido—. Ella me está negando la entrada a mi propia fiesta. Eso es absurdo. Me reí fríamente, ella se está volviendo más audaz día tras día.
Ian se mordió el labio, mientras me miraba, acusador. ¿Pero por qué! ¿No podía estar de mi lado una vez! Últimamente no hacía más que cantar las alabanzas de Marianne.
—¿Y ahora qué? —pregunté impaciente. No quería escuchar ni una palabra a su favor, pero sé que no se iría sin decirlo.
—En primer lugar, ella no te está negando. Simplemente no te está invitando como su pareja. En segundo lugar, no es tu fiesta, ya que tú no la estás pagando... Ya no más —respondió con una sonrisa burlona y por primera vez, quise romperle los dientes solo para deshacerme de esa sonrisa irritante.