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Nunca esperó que Amanda Leaford lo viera todo.
Amanda debió haber visto que nadie la empujaba desde atrás.
Ella mintió tan descaradamente justo frente a Amanda.
Vergüenza, pena y torpeza casi la ahogan. Quería encontrar un agujero donde esconderse o retroceder el tiempo.
Viendo a Gillian Thompson con la cabeza baja, pálida de miedo, el tono de Amanda era un poco frío:
—Te he dado oportunidades, pero nunca dices la verdad.
—Gabriel, ¿odias a Ivy?
¿Odiar a Ivy Thompson?
Gillian de repente levantó la cabeza, sus ojos llenos de venas inyectadas en sangre.
Ella no odiaba a Ivy antes porque no sabía dónde estaba Ivy. Incluso pensó que si Ivy regresaba, tener una hermana extra que la amara no sería algo malo.
No fue hasta que apareció Molly Walker que se dio cuenta de que no podía ser una santa, ¡ni podía renunciar voluntariamente a lo que tenía!
Su hermano era suyo, su padre era suyo, ¡y antes de que apareciera Molly, todos la favorecían incondicionalmente!