Ji Yan se volvía cada vez más meloso.
Shen Hanxing agitó la cabeza sin poder hacer nada. —No soy un ángel. Un ángel no era tan vengativo y mezquino como ella era.
—Si supiera magia, debo ser una bruja —los ojos de Shen Hanxing se iluminaron con profunda tristeza—. Merecía ser temida y evitada por los demás. Merecía ser atada a la horca y quemada hasta morir para expiar sus pecados.
Ji Yan no esperaba que Shen Hanxing dijera esto. Cuando pensó en el trasfondo de Shen Hanxing, el corazón de Ji Yan se dolía mientras apretaba su mano. Él dijo con voz profunda, —Si tú eres una bruja, entonces romperé las reglas de este mundo y convertiré todo el mundo en un reino de las brujas.