Cuando Qiao Nian escuchó las palabras de Gu Zhou, tuvo una extraña sensación. Gu Zhou no parecía enojado ni decepcionado, solo frío.
Le hizo sentir que a Gu Zhou no le importaba Jiang Yue en absoluto.
—Yo... probablemente lo hice —dijo Jiang Yue con la voz temblorosa.
—¿Es así? —preguntó Gu Zhou.
En ese momento, un viento frío sopló desde afuera. Jiang Yue se erizó del miedo.
Jiang Yue no pudo evitar temblar.
—Ah, es demasiado tarde, Hermano Ah Zhou. ¿Por qué no volvemos primero... —preguntó Jiang Yue, pero fue interrumpida.
—¡Respóndeme! —Gu Zhou la interrumpió sin expresión alguna.
Jiang Yue pudo decir que Gu Zhou ya estaba perdiendo la paciencia.
Se mordió los labios y arriesgó todo.
—¡Yo lo hice! —exclamó.
Los ojos fénix de Gu Zhou se entrecerraron ligeramente. Su voz era tan fría como el hielo cuando anunció despiadadamente el destino de Jiang Yue.