El sol brillaba sobre el Palacio de Cristal cuando las campanas resonaron en todo Auroria, marcando el inicio de los ritos funerarios del rey Aleksandr y la coronación de Helena como emperatriz. Las calles estaban llenas de ciudadanos que se habían reunido para rendir homenaje a su difunto monarca y dar la bienvenida a su nueva gobernante.
En la Gran Plaza del Palacio, Helena se erguía con una dignidad que había aprendido de su madre, la emperatriz anterior. Vestida con un vestido de brocado dorado y una corona de plata incrustada con zafiros, sus ojos verdes brillaban con determinación mientras se dirigía hacia el estrado preparado frente a la multitud.
Lord Alistair la acompañaba con paso firme, su mirada alerta y su presencia imponente a su lado. A medida que Helena ascendía los escalones hacia el estrado, las voces de los ciudadanos se elevaban en un murmullo de respeto y esperanza. Habían confiado en la sabiduría de su padre durante años, y ahora depositaban esa misma fe en ella, la joven emperatriz que se enfrentaba a un reino en tiempos de incertidumbre.
En el estrado, frente a los nobles y los consejeros reunidos, Helena se volvió hacia la multitud y alzó la mano en un gesto de gratitud y respeto. "Hermanos y hermanas de Auroria", comenzó con voz clara y resonante, "hoy nos despedimos de un rey amado y recordamos su legado de sabiduría y coraje. Pero también miramos hacia el futuro con determinación y esperanza."
Los aplausos y aclamaciones llenaron la plaza mientras Helena continuaba hablando sobre sus planes para el reino, prometiendo justicia, prosperidad y protección para todos sus súbditos. Habló de la necesidad de unidad frente a las amenazas externas y de la importancia de la diplomacia y el diálogo en tiempos de conflicto.
Al final de su discurso, Helena se inclinó ante la multitud con humildad y prometió gobernar con el mismo amor y dedicación que había guiado a su padre. Mientras las campanas resonaban una vez más en el cielo azul, anunciando el comienzo de una nueva era para Auroria, la joven emperatriz se sintió unida al destino de su reino de una manera que nunca antes había experimentado.
En los días venideros, enfrentaría desafíos que pondrían a prueba su coraje y su determinación. Pero en ese momento, en el brillo del sol sobre su corona y el clamor de su pueblo a su alrededor, Helena sabía que había encontrado su propósito: guiar a su reino hacia un futuro de paz y prosperidad, donde el legado de su familia brillaría más fuerte que nunca.