Mientras volvía a casa, con Tom caminando a su lado, no paraba de reír —¡Lo juro! —manejaba decir entre sus ataques de risa— su cara parecía de calabaza amarga. Jeje.
Todavía podía imaginar la escena cuando Tom levantó a Koa en el aire, sujetándolo por el cuello. Entonces la gente empezó a reunirse alrededor de ellos.
Koa, quien intentó desafiar a Tom, luego se sintió demasiado avergonzado por la situación. Había comenzado a murmurar la palabra 'lo siento' varias veces, mientras sus piernas colgaban en el aire.
Tom no lo soltó hasta que Mala lo convenció de hacerlo. Una vez que el chico cayó al suelo, no tardó en levantarse y huir.
Tenía una expresión tan graciosa en su cara que a Mala le costaba controlar su diversión.
Caminando a su lado, parecía una pequeña escolar. Sus músculos abultados lo hacían parecer un gigante. La camisa que llevaba era vieja, la había comprado su padre para él en una tienda de segunda mano.