—Aunque no quieras dormir, al menos cierra los ojos —murmuró Sofía, acostada a su lado. Marissa no podía soportar estar en su habitación, así que decidió quedarse en la habitación de invitados con Sophie.
Esta noche, incluso a Joseph y Dean les dieron habitaciones para invitados también.
Marissa todavía no tenía ganas de dormir. Solo sentía ganas de morir. Juró que una vez que Rafael regresara, le daría una bofetada fuerte en la cara y luego lo dejaría para siempre. ¿Quién hace eso a su esposa?
—¿Él me amaba siquiera? ¡Pensé que sí! —Su voz se desvaneció por la habitación, Sophie apoyada en su codo y miró la cara de Marissa.
—¿Puedes dejar de hacer eso contigo misma? —Marissa soltó una carcajada, pero carecía de humor.
Cerró los ojos para mostrarle a su amiga, estaba tan cansada como ella.
El problema era este: su rostro. Eso solía aparecer detrás de sus párpados cada vez que cerraba los ojos.
—¿Estás enojado conmigo? —hubo preocupación en su voz cuando habló en su cabeza.