—¡Devora su cuerpo!
—¡Marissa Sinclair!
Esas palabras mágicas para ella.
Volvió a ser llamada por ese nombre.
Los ojos de Rafael recorrieron su cuerpo hasta detenerse en el pulso vibrante entre sus muslos.
—Estás empapada, cariño —Marissa podía ver el ardiente deseo brillando en sus ojos, haciéndola rizar los dedos de los pies en las sábanas.
Sus manos dejaron sus pechos y una de ellas viajó lentamente por su piel. Cuando tocó su punto sensible, Marissa se sintió arder con miles de cosquilleos.
Arqueó su espalda fuera de la cama cuando sus manos separaron sus muslos. Se abrió lentamente ante él como una flor recién florecida. Sus ojos se deleitaban con sus pliegues húmedos hasta que se deslizó para probar esa parte de su cuerpo.
Marissa había pensado que no lo alentaría a usar su boca allí, ya que él ya lo había hecho.
Pero en el momento en que su lengua salió para tocarla y saborearla, casi saltó de la cama, gimiendo su nombre —¡Rafael!
Rafael rió contra ella: