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92.5% Las Mentiras De Kathe / Chapter 37: Capítulo 36

章節 37: Capítulo 36

DARÍO

Habían pasado al menos 24 horas sin saber nada de Alexis, pronto me quedaría sin opciones y estaba a punto de cobrar algunos favores más, no podía seguir esperando una llamada de rescate cuando sabía quien tenía a Alexis.

Leonardo Estrada.

El hijo de un ex político de elite llamado Sergio Navarrete que tenía mas trucos bajo la manga que un mago, Leonardo había sido producto de una relación con la sirvienta en la casa de los padres del ex candidato a la presidencia nacional, si, el padre de Leonardo estuvo a punto de ser presidente de la nación, no lo logró, pero logró conservar todos sus contactos y mantener la riqueza que había amasado en su carrera política.

Leonardo creció en la casa de su abuela materna, su padre se aseguró de proveer dinero a su madre para que ella se mantuviera callada y alejada de él mientras su carrera florecía, cabe destacar que su madre nunca quiso a Leonardo, Kaori y yo averiguamos de fuentes confiables que su madre lo golpeaba y humillaba frente a sus amigos, Leonardo salió de su casa a los 16 años escapando de su madre y sus abuelos, nadie en esa casa lo trataba como a un ser humano.

Poco después de escapar de casa, Leonardo descubrió quien era su padre, fue ahí cuando comenzó a llevar una vida de lujos en la que las reglas no existían, Navarrete se ocupaba de barrer la basura que su hijo dejaba a su paso, el ex político no podía reclamar nada, le convenía que su querido hijito se quedara callado, Navarrete ahora tenía una familia perfecta, dos hijas y una esposa florero, era respetado por todo político en el país y se acercaban a pedirle consejos, que se supiera que tenía un hijo bastardo era inconcebible.

Después de la misteriosa muerte de una de las novias de Leonardo, Navarrete lo metió a estudiar en una de las mejores escuelas fuera del país argumentando que era su sobrino, hijo de su hermano quien había muerto y dejado un hijo ilegitimo. Leonardo desapareció por 5 años, y cuando regresó era mas católico de lo que había sido en toda su vida y deseaba dar clases de historia, muchos de los que lo conocían antes de irse decían que parecía otra persona cuando llegó, era educado y muy maduro. Sergio Navarrete lo envió a dar clases a los lugares mas recónditos del país esperando no tener que lidiar más con él, para sorpresa de Navarrete, Leonardo se empeñó en meterse en problemas más grandes y siempre usando la mascara de hombre refinado.

La primera preparatoria en la que dio clases Leonardo tuvo una alumna desaparecida poco después de que llegara, Navarrete arregló todo para que nadie investigara y cambiaran de escuela a Leonardo, pero no sirvió de mucho, volvió a ocurrir, dos chicas desaparecidas y Leonardo cambiándose de escuela. Estrada se había convertido en un asesino en serie, todas las chicas habían sido torturadas y asesinadas de la misma manera, Navarrete se ocupó de que nadie investigara a Leonardo, si atrapaban a Leonardo su secreto saldría a la luz, su credibilidad se iría al diablo si se descubría que tenía un hijo con una mujer de clase baja, y para ponerle una cereza sobre el pastel, era un asesino en serie.

Rafael había sido alumno de Leonardo, al parecer nadie sabía sobre la relación que tenían, solo se sabía que eran amigos y que habían terminado "por casualidad" viviendo en el mismo pueblo, uno por trabajo y él otro por la universidad, todo aquello era mentira, por supuesto, Leonardo y Rafael se habían ido del pueblo natal de Rafael después de la desaparición de Yvonne Olivárez, desaparición de la que estaba seguro eran responsables, había cartas que podían ser una prueba confiable.

—¿Podrías ir mas rápido? —le pregunté a Kaori quien estaba detrás del volante.

—Si voy mas rápido vamos a llegar, pero al cielo, solo haz lo que dijo el agente con el que hablaste esta mañana —la reunión de esta mañana solo había servido para ver la cara de Leonardo y darme cuenta de que él tenía a Alexis, cuando llegamos a la comisaría él dijo que la había llevado cerca de su casa y que después no supo mas de ella, las pocas cámaras que los captaron en el auto de Leonardo confirmaban que fue por toda la calle que llevaba a la casa de Alexis, aun así nunca se vio bajar a Alexis en ningún momento, solo había 3 cámaras de seguridad y estaban por el centro del pueblo, nunca vimos el final del trayecto que Leonardo y Alexis hicieron. Kaori y yo no podíamos acusar a Leonardo sin pruebas, todas las que teníamos eran inservibles por la manera en la que las habíamos conseguido, y sin manera de acusar formalmente a Leonardo solo habíamos perdido casi todo el día buscando en el lugar equivocado, ahora tendríamos que apresurarnos y actuar sin la ayuda de la policía.

—¿Te quedarías de brazos cruzados si Ana estuviera desaparecida? —le pregunté aun sabiendo la respuesta.

—No, yo no ... —lo interrumpí para acabar con lo que estaba diciendo.

— No, claro que no te quedarías sentado a esperar que apareciera magicamente, y esos es justamente lo que no haré.

En ese momento mi teléfono sonó. Contesté tan rápido como pude.

—Hola.

—Darío, ya estamos aquí —dijo Dimitry con su notable acento ruso que lo caracterizaba.

—Voy para allá, los veo en 5 minutos —colgué y miré a Kaori fijamente esperando que entendiera la indirecta, debía llegar en menos de 5 minutos a casa.

—¡¿Como llegaron tan rápido?! Los llamaste ayer a las 10 de la noche cuando llegamos de ese pueblo en el culo del diablo, ¿y ya están aquí? —preguntó Kaori mirándome con asombro—. Son las 6 de la tarde, ¡tardaron menos de 24 horas en llegar!

—Dimitry me debe algunos favores —murmuré mirando mi teléfono con esperanza de que alguien me llamara para avisarme que Alexis había aparecido y estaba bien—, ser rápido es lo menos que puede hacer.

—Ya lo se, pero aun no puedo creer lo lejos que estas yendo.

—Si ella no aparece hoy, llamaré a Jakub.

—¿Tiene que ser a ese imbécil? —me preguntó Kaori mirándome como si estuviera loco— No necesitas a un maldito loco aquí, ya tenemos al psicópata de Leonardo Estrada.

Me quedé callado mirando por el retrovisor para asegurarme de que nadie nos estaba siguiendo.

—¿Me escuchaste? —Kaori estaba enojado, era muy obvio que los dos aun seguían peleados desde aquella pequeña discusión en Praga, pelea que terminó en una bala en el brazo de Kaori y tres costillas rotas para Jakub. Se podía decir que romperle las medias no había servido para apaciguar la ira de mi amigo.

—Sabes que es el mejor en este tipo de situaciones, lo llamaré si es necesario —a Kaori no le pareció ni un poquito que fuera una buena idea, pero me importaba poco, lo único que quería era encontrar a Alexis.

Kaori se mantuvo el resto del viaje callado, cuando llegamos a casa solo vi un discreto auto blanco de cuatro puertas, ¿donde diablos estaba Dimitry?, él dijo que ya estaban aquí.

—¿No se supone que Dimitry y los demás ya estaban aquí? —me preguntó Kaori apagando el auto.

—Espero que Dimitry no me estuviera mintiendo cuando dijo que ya habían llegado —Dimitry no era del tipo que bromeaba en situaciones como esta, era extraño no verlo aquí.

En cuanto entré en la casa me di cuenta de que mi colega Ruso solo pecaba de cauteloso. La sala de la casa parecía un bar de la unión soviética en sus mejora días.

Dimitry y Laurence estaban sentados en la mesa de la cocina hablando con Pedro, encima de la mesa había armas, los malos modales siempre serían parte de mis amigos los dos mejores mercenarios que la madre Rusia hubiera visto nunca.

Sasha y Mila conversaban con Marcela y Román en la sala, por suerte los hermanos Katko habían dejado las armas en el piso y no en la mesa.

—Darío, me alegra verte hermano —dijo Dimitry levantándose en sus casi dos metros para darme un abrazo, había pasado mucho tiempo desde la ultima vez que lo vi, en los 4 años de no vernos solo las noticias de sus hazañas habían llegado a mi.

—Lo mismo digo, han pasado años ogromnyy —la sonrisa de Dimitry se amplió al escucharme llamarlo de la misma manera en que lo hacia cuando nos hicimos amigos—, me gustaría haberte llamado en otras circunstancias, pero ahora necesito que me ayudes a encontrar a alguien.

—Ya me lo ha contado la pequeña Marcela —dijo Dimitry mirando a mi hermana—, encontraremos a tu chica.

—Hola, chicos, yo también los extrañé, he estado bien, ¿y ustedes? —habló Kaori detrás de mi, hoy no estaba siendo su día, Ana lo vio en la estación de policías e hizo como si no estuviera ahí.

—Parece que nada ha cambiado, Kaori sigue siendo el mismo inmaduro de siempre —vociferó Sasha detrás de nosotros con una sonrisa juguetona, aquellos dos habían sido los mejores amigos desde que se conocieron, tenían la misma actitud estúpida de un adolescente que necesitaba llamar la atención todo el tiempo.

—¡Sasha, maldito idiota! —gritó Kaori al darse cuenta de que también había venido—, gracias a Dios estas aquí.

Kaori. El niño que ninguna madre desearía.

—Dios, dejen me dispararle solo a uno —suplicó en un susurro Laurence frotándose los ojos con desesperación.

—Gracias por venir, Laurence —dije apreciando su presencia, no siempre se podía hablar con el hombre de traje frente a mi, del grupo siempre había sido el mas reservado y serio, eso solo lo hacia mas letal, nunca sabías cuando estaba realmente enojado y listo para atacar, además de que siempre estaba evitando las multitudes, él prefería mantener un perfil bajo, y no lo culpaba, su pasado lo obligaba a ser lo mas cauteloso posible.

—No tienes por que agradecerme, después te cobraré el favor —seguía siendo el Laurence de siempre, nunca actuaba al azar.

—¡Hay por Dios, ya besense! —le gritó Mila a Kaori y Sasha, ese par siempre estaba poniendo de mal humor a la chica.

—¿Quien la trajo? —le preguntó Kaori a Sasha.

—Nadie, se subió al auto sin que nos diéramos cuenta —dijo Sasha con un brazo alrededor de los hombros de Kaori.

—Si no se callan llamaré a Jakub —los amenazó Mila cruzándose de brazos mientras miraba a su hermano y a Kaori ser el par de idiotas que siempre habían sido cuando estaban juntos—, los dos merecen una bala en el culo.

—Te agradezco que estés aquí, Mila —le dije dándole un abrazo, siempre la había visto como a otra hermana pequeña, me recordaba a Marcela cuando estaba lejos de mi familia—, gracias a ti también, Sasha.

—Mierda, ya estoy preocupado —escupió Sasha soltando a Kaori—, Darío nunca me había agradecido por algo, ¿tan importante es la chica?

—Kaori, ve por tu computadora, no quiero perder tiempo.

Kaori no dijo una palabra y me hizo caso.

—La van a encontrar viva, ¿verdad? —Marcela estaba junto a mi con los ojos hinchados, nunca la había visto llorar tanto. Su voz temblaba y lucia más indefensa que nunca.

Besé la cabeza de mi hermana y no le di una respuesta, sabía que los psicópatas como Leonardo no mantenían a sus víctimas mucho tiempo vivas, pero no quería creer eso, tenía que estar viva, ella no podía morir, no ahora, no así.

—Necesitas descansar, ve a dormir —Marcela había estado toda la noche despierta mirando todo lo que teníamos sobre el caso de Kathe, mi hermana estaba segura de que ahí estaba la respuesta para encontrar a Alexis.

—No necesito dormir, no tengo sueño —estaba a punto de darle un sermón a mi hermana para que fuese a su habitación a tomar una siesta, hasta que apareció Kaori cargado de su computadora, un mantón de cables, pequeños cajas negras y componentes que no comprendía para nada.

—Necesito la mesa —dijo Kaori mirando a Laurence, quien seguía sentado en la mesa con las manos cruzadas, parecía que no se movería ni un centímetro.

Laurence tomó sus armas y las puso dentro de una bolsa de lona que estaba debajo. Dimitry lo imitó y tomó las armas restantes para ponerlas en uno de los sofás de la sala.

—Iré por pizza, creo que ustedes solitos pueden mantenerse a salvo —se dio cuenta Pedro mirando las armas de Dimitry en el sillón, no había dicho una sola palabra desde que llegué hasta ahora.

—Considera mi oferta, si te aburres de cuidar niños que comen de una cuchara de oro, puedes llamarme —dijo Dimitry tomandome por sorpresa. Después tendría que preguntar que estaba sucediendo entre mi guardaespaldas y Dimitry.

Pedro salió de la casa silenciosamente y con la cara sin expresión que siempre llevaba.

Kaori conectó cables por todas partes a su computadora, algunas cajas negras también estaba conectadas, no tenía ni idea para que era todo eso, pero si servían para encontrar a Alexis no me importaba.

—Si el idiota de Leonardo no encontró el rastreador en su bolsillo, sabremos rápidamente donde está Alexis —sentenció Kaori tecleando en su computadora.

—¿Le pusieron un rastreador a Leonardo? —preguntó Marcela con los ojos muy abiertos—, ¿como hicieron para que no se diera cuenta?

—Kaori era carterista cuando era adolescente, fue otra de las razones por las que ingreso al colegio militar —le dije a Marcela sentándome junto a Kaori.

—Bien, creo que todavía lleva el rastreador encima —exclamó Kaori mientras ampliaba un mapa con un punto rojo parpadeando en medio de este—, solo me hará falta ver el recorrido que hizo desde que salió de la estación de policías hasta ahora, la coordenada en la que pasó mas tiempo sin movimiento es un punto referencia de donde podría estar Alexis.

No podía negar que Kaori era un genio, tal vez este un poco loco y se comporte como un niño, pero a veces los genios tienen su lado excentrico con el que es difícil de tratar.

—Oye niño, ¿aún eres capas de borrar caras y nombres de la base de datos de la Interpol? —preguntó de repente Laurence.

—No, ni se te ocurra, ya lo intentamos una vez y casi me atrapan, incluso me pusieron un chip para rastrearme, lo peor es que ni siquiera me di cuenta cuando sucedió —reconoció Kaori mirando feo a Laurence.

—No aguantas nada, conozco personas que se operaron el rostro para que no los atraparan, un chip no es nada.

—Pues operate la cara, no pienso volver a meterme con la Interpol —Kaori tecleaba rápido en la computadora, parecía estar enfrascado en las lineas interminables del código fuente que aparecía en la computadora.

Alguien tocó el timbre, inmediatamente todos nos pusimos alerta.

De repente Laurence tenía una navaja en su mano derecha, y otras 3 en la mano izquierda.

Dimitry estaba frente al sillón sosteniendo un arma larga.

Sasha y Mila sostenían pistolas de calibre bajo, aun así no cuestionaría lo que los dos hermanos podían hacer con esas cosas.

Kaori se llevó una mano a la espalda baja, justo donde sabía que estaba su arma.

Yo corrí hasta Marcela y Román, tomé mi arma localizada en el mismo lugar que Kaori tenía su arma, y después le hice una seña a Laurence para que abriera la puerta.

El italiano se levantó lentamente de la silla y caminó sigilosamente hasta la puerta.

Lentamente la puerta se abrió. Todos dentro de la casa estaban listos para disparar a cualquier amenaza proveniente de la puerta.

—Hola, ¿puedo hablar con Darío? —al instante reconocí esa voz, era muy parecida a la voz de Alexis, tenía que ser Ana.

Hice un movimiento con la mano para que todos se relajaran y no apuntaran a Ana.

—Hola, Ana —dije en cuanto llegué a la puerta—, ¿que pasa?, ¿saben algo de Alexis?

Su mano voló a mi mejilla.

—¡Me prometiste que Alexis estaría a salvo a tu lado! —gritó Ana—, ¡y ahora esta desaparecida, probablemente en las manos del asesino de Kathe!

Ana lloraba mientras hablaba, podía notar lo desconsolada que estaba, la desaparición de Alexis la afectaba mucho, me preocupaba verla así, Alexis me había contado que Ana estaba embarazada, esta situación no podía ser buena para un bebé.

—La voy a encontrar, ven, sientate —le aseguré guiándola a la sala para que se sentara junto a Marcela y Román.

—¡¿Que diablos, Darío?! —me gritó cuando vio las armas de Dimitry en el sillón frente a ella— ¡¿ahora traficas armas?!

—No, eso no es mio, Dimitry es policía, tiene permiso para usarlas —traté de calmarla rápidamente.

—Si, policía —murmuró Dimitry con una sonrisa descarada.

—Estamos tratando de encontrar a Alexis —dije justificando la presencia de las armas y todas las personas en la casa.

—Encontrarla, ¿de la misma manera en que querían encontrar al asesino de Kathe?, ¿no es por buscar al mal nacido del asesino de Kathe que mi hermana esta desaparecida? —las preguntas de Ana solo me hacían ver como un completo imbécil que no sabia como lidiar con la situación, y la verdad es que apenas si podía lidiar con esto solo porque tengo un montón de amigos con los que puedo contar para encontrar a mi novia.

—Calmate, Alexis me dijo que no debías alterarte mucho —dije mirando disimuladamente a su vientre.

Ana me miró sorprendida, ella sabía que Alexis me había contado de su embarazo.

—¿Por qué no te debes de alterar? —de repente Kaori estaba al lado de mi sin que me diera cuenta, se arrodilló para estar a la altura de Ana, y mirándola a los ojos volvió a cuestionar— ¿estas enferma?

—Alexis me dijo que Ana tiene anemia —mentí para darle la oportunidad a Ana de decidir que iba a hacer, contarle o no a Kaori era su problema, no el mio.

—¿Eso es grave? —Kaori podía ser un genio de la tecnología, pero sabía una mierda de medicina o cuestiones de salud.

—No, solo necesita comer bien —dijo Dimitry rodando los ojos ante la ignorancia de mi buen amigo.

—Ana, te presento a Dimitry, el policía que nos esta ayudando a encontrar a Alexis —le presenté cada uno en la sala tratando de cambiar el tema de conversación—, él del traje es Laurence, también policía.

Laurence levantó una mano a manera de saludo, tenía el mismo tipo de sonrisa que Dimitry tenía en su cara.

—Ellos son los hermanos Katko, investigadores privados —Mila y Sasha murmuraron un "Hola".

—Espera —me hizo callar Ana levantando una mano— ¿no eres tu la novia de Kaori?

Miré a Kaori confundido, ¿por qué Ana piensa que Kaori y Mila son novios?

Kaori se levantó de un salto y miró a Ana negando con la cabeza.

—Mila no es mi novia —casi gritó Kaori.

—¡¿Que?!, ¡no, para nada! —gritó Mila con cara de asco.

—Perdón, te estaba confundiendo con la chica que Kaori me engañó —Ana estaba furiosa, miraba a Kaori con cara de querer matarlo.

—No te engañé con nadie, fue un mal entendido —trató de defenderse Kaori.

Todos en la habitación veíamos a Kaori y Ana como si estuvieran protagonizando una telenovela, esto era puro drama.

—¡Ese día Nesy estaba ayudándome a quitarme un maldito chip de la pierna! —Kaori ni siquiera se dio cuenta de lo que acaba de decir, simplemente le confeso a Ana que por alguna razón tenía un chip en la pierna.

—Mierda, ya la cagué —efectivamente, Kaori había mandado todo a la mierda en un segundo.

—¿Un chip? —Ana parecía no creer lo que acababa de escuchar—, ¿crees que soy estúpida?

Esta situación empezaba a cansarme, no estábamos llegando a ningún lado y Kaori no estaba ayudándome a encontrar a Alexis, tendría que tomar medidas drásticas.

—Muy bien, acabemos con las mentiras de una vez —dije mirando a Kaori y a los demás en la habitación— Dimitry no es policía, es un mercenario retirado, al igual que Mila y Sasha, solo que ellos dos son sus aprendices, Laurence es un ex-fugitivo que colabora con algunas organizaciones pertenecientes al gobierno que buscan atrapar fugitivos internacionales. Y el baboso que crees que te engañó, no trabaja para una compañía de mantenimiento de software, es un ex-hacker que trabajaba para gente muy peligrosa, luego para la policía, y ahora tiene una empresa millonaria de seguridad informática. Oh claro, Nesy es también un mercenario, pero ella trabaja sola, y ni estando drogado creería que Nesy quisiera acostarse con Kaori, él imbécil dice la verdad, la Interpol le puso un chip para rastrearlo gracias a ese sujeto.

Apunté a Laurence, quien asintió lentamente mientras miraba con diversión a Kaori.

—Siento haberte metido en problemas, niño —dijo Laurence.

—¿Por eso tienen tantas armas? —preguntó Ana señalando el arsenal de Dimitry.

—No querida, eso solo es mio —Dimitry tomó sus armas y las puso junto a la puerta de la entrada.

—Bien, ya que el mal entendido se acabó, Kaori, ayúdame a encontrar a Alexis —le dije señalando su computadora sobre la mesa.

Mi amigo se sentó frente a su computadora y comenzó a teclear de nuevo, Ana, Marcela, Román y yo estábamos detrás de él viendo como escribía cosas que para mi no tenían sentido.

—Esas coordenadas —señaló un montón de números en su pantalla

—Eso solo son ruinas de una iglesia que antiguamente pertenecía a los Mausan, menos de un kilómetro a un costado de la hacienda —mencionó Román viendo su celular.

—La tiene en la iglesia —sin perder tiempo me dirigí a mi habitación.

—¿A donde vas? —Kaori fue detrás de mi.

—Por mi chaleco antibalas y municiones, no voy a esperar ni un minuto mas para acabar con él imbécil que le puso las manos encima a Alexis.

—Estas loco, ni siquiera tenemos un plan, no sabemos si esta armado, o si tiene a mas chicas ahí, incluso Rafael podría estar vivo y ayudándole —no le presté atención a Kaori y fui hasta mi habitación.

—Si, tampoco sabemos si Alexis esta al borde de la muerte ahora mismo.

Tan pronto llegué a mi maleta, saqué mi chaleco y me lo puse, abrí los maletines negros que siempre iban conmigo, y saqué las armas junto con las municiones.

—No hagas una estupidez, debemos pensar antes de actuar, la vida de Alexis también corre peligro con tus actos imprudentes.

—¡No voy a esperar ni un minuto mas! —mi desesperación salió a flote, y exploté—, ¡no puedo perderla, tengo que asegurarme de que ella está bien!

Terminé lo mas rápido que pude de ajustar las fundas de las pistolas a mi pierna, caderas y espalda, tomé la primera sudadera negra que encontré y fui hasta la sala.

—Tan terco como siempre —mencionó Dimitry cuando me vio salir de mi habitación—, apenas le han sacado una bala del hombro, y ya quiere otra.

—¿A donde van? —habló Pedro apenas entro a la casa.

—Encontramos a Alexis, voy por ella —caminé hacia la puerta.

—Y yo acompaño a mi amigo a la muerte —dijo Kaori llamando mi atención.

Llevaba un chaleco antibalas y estaba tan armado como yo.

—No, tu no vas —Kaori tendría un hijo, merecía conocerlo, no me arriesgaría a que algo le sucediera solo porque a mi se me había ocurrido involucrarlo en un operativo que no había sido planeado.

—Claro que si, no te voy a dejar solo en esta locura.

—Ana, dile que no puede ir —la obligué a hablar con la esperanza de que comprendiera que no podía dejar al padre de su hijo arriesgarse de esa manera.

Ana me miró con el ceño fruncido, probablemente se sentía presionada por todos mis comentarios, y no me importaba, ella debería saber que todo lo que he dicho no cambiara nada de lo que sucede con sus vidas, ella podrá escoger que hacer.

—Kaori —Ana miró a mi amigo—, por favor no vayas con él.

—Ya la escuchaste, no vengas conmigo, tienes que quedarte con ella —dije dejando sin opciones a Kaori.

—No te preocupes Kaori, nosotros iremos con risitos de oro —le quitó importancia Sasha mientras terminaba de acomodar el cinturón que sostenía sus cuchillos y cargadores a la cadera.

—Pedro, cuida a Marcela y Román —di ordenes señalando a mi hermana y a su amigo en el sillón—, y tu Kaori, cuida a Ana.

Dimitry salió primero de la casa, todos los demás lo seguimos, como en los viejos tiempos.

—Darío y Sasha conmigo, Laurence y Mila —dio instrucciones Dimitry mientras nos dirigíamos a los dos vehículos blindados estacionados fuera de la casa, el auto blanco había desaparecido y sabía a la perfección que los hombres de Dimitry estaban aquí, como siempre, siendo sus sombras.

Cuando estuvimos dentro del auto me percaté de que Dimitry no había encendido el auto en cuanto subimos como siempre lo hacia.

—¿Que pasa? —pregunté alarmado.

—Darío, hazme un favor —dijo Dimitry—, manteen la cabeza fría, y el corazón cálido, esa es la única manera de que Alexis salga viva de esto.

Pocas veces había escuchado a Dimitry hablarme de esa manera, de la misma manera en la que un padre habla con su hijo.

—No te preocupes, no haré nada impulsivo.

Un par de minutos después estábamos a las afueras de la hacienda Mausan, no había nadie, el terreno de a lado estaba tan abandonado como siempre, solo quedaban las ruinas de la antigua iglesia que había terminado sin un techo y con algunas paredes a la mitad. Si había que mirar el terreno y las ruinas, era obvio que Alexis y el loco de Leonardo no estaban ahí, regresé al auto para llamar a Kaori.

—Cometiste un error, no hay nadie en lo que queda de esas ruinas, además de que está muy descubierto para ocultar a alguien —gruñí frustrado.

—No me equivoqué, deben de estar ahí, el rastreador esta ahora mismo ahí —insistió Kaori enojado—, espera... hay algo raro aquí.

El silencio en la línea me puso tenso.

—¿Que es?, ¿que encontraste? —traté de interrogar a Kaori, pero él no contestaba, el silencio solo era interrumpido por el sonido de las teclas que Kaori generaba.

—Los caminos que toma no son congruentes con los que existen en el pueblo, el historial de sus movimientos... es como si volara sobre el pueblo —tenía que ser una broma.

—Kaori, no estoy para tus bromitas, ahora no.

—No es una broma, mira lo tu mismo.

El teléfono vibró en mi mano. Kaori me había enviado una foto del mapa que yo había visto en su computadora. Kaori no mentía, una línea punteada dibujaba un trayecto imposible para un hombre sin un avión, incluso atravesaba la iglesia de manera físicamente imposible.

—Atravesó la iglesia del pueblo, ¿como demonios es posible que atravesara las paredes que no tienen puertas?, ¡esa maldita iglesia tiene muros tan anchos como una persona! —estaba perdiendo los estribos, ese hijo de puta parecía estarse burlando de nosotros.

—Busca a Alexis, tiene que estar ahí, búscala hasta por debajo de las piedras —insistió Kaori.

—¡Debajo de las piedras!, ¡los túneles! —alguien gritó al otro lado del teléfono—, ¡hay túneles debajo del pueblo!

Era Ana, pero no tenía sentido lo que decía.

—¿Túneles? —pregunté escéptico a su idea.

—Si, hubo un tiempo en que la religión estaba prohibida en todo el país, los católicos hicieron túneles que iban de sus iglesias directo a la casa de la gente rica y también a ríos.

De repente sabía como ese imbécil había logrado recorrer caminos inexistentes.

—¿Y tu como sabes sobre esos túneles?

—Amo la historia, mi pasatiempo favorito es ver documentales y leer libros de historia —nunca creí que Ana fuese ese tipo de nerd.

Ahora tenía sentido, si ese tipo de información la tenían los amantes de la historia eso justificaba los movimientos de Leonardo, era profesor de historia, el más que nadie debía saber sobre los túneles.

—Encontraré a Alexis —prometí antes de colgar el teléfono.

Salí del auto y caminé hasta donde Dimitry, Laurence, Mila y Sasha estaban.

—Debe de haber túneles debajo, busquen entradas en el suelo en un radio de 100 metros, se supone que los túneles llegan a iglesias.

—Quien encuentre la entrada le informa a los demás y armamos un plan para entrar, ¿entendido? —dijo Dimitry mirándome fijamente.

—Entendido —le contesté para tranquilizar a Dimitry.

La realidad era que no esperaría a crear un plan para entrar en aquel túnel, no cuando cada minuto era decisivo para Alexis, yo podría morir mil veces, pero no ella, no soportaría perderla, porque aunque la conociera desde hace muy poco, ya sentía que mi corazón siempre había estado con ella, este sentimiento era algo que nunca me había ocurrido, y sabía que no volvería a ocurrir otra vez en mi vida.


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