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Ciudad Capital, hace muchos años
—¡Mamá! ¡Mamá! —un joven Tadeo de cinco años corría hacia el interior de la casa. Llevaba puesta una exclusiva mochila de piel de cabrito y el conjunto de ropa casual más caro que el dinero podía comprar.
Como siempre, primero saludaba a su madre y, hoy tenía buenas noticias: había obtenido el primer lugar (de nuevo) y puntos extra por actividades extracurriculares.
Acababa de llegar a casa después de un ajetreado día de colegio y estaba ansioso por mostrarle a su madre sus resultados.
Su madre siempre fruncía el ceño en casa, pero cuando le mostraba sus resultados siempre sonreía.
—¡Mamá! —gritó, abriendo la puerta de su salón. Era un gran espacio con numerosos sofás, mesas y una biblioteca. Cuando no estaba socializando fuera, su madre casi siempre estaba aquí.
—¿Mamá? —preguntó de nuevo y lo hizo algunas veces más. Frunció el ceño al no obtener respuesta y al no ver a nadie.