—¿Tú también lo hueles, eh? —dijo Elijah. Cuando me giré, acababa de ponerse la camisa sobre la cabeza, ajustando las mangas para que le quedara bien.
—Es difícil no notarlo —respondí—. La casa apesta a eso. No puedo creer que lo hayas detectado desde tan lejos.
—Me sorprende más que nadie más lo haya hecho —comentó Elijah—. Solo un puñado de informes llegaron sobre el olor extraño. Nadie se atrevió a investigar.
—Si hay casas cercanas, ¿no deberían haber detectado el olor? —pregunté.
—No hay nadie en casa —dijo él—. Los miembros estaban en el centro del país para entrenamiento y otras actividades. —Su expresión se volvió seria—. Y eso podría ser algo bueno si mi presentimiento es correcto.