Al abrir lentamente los ojos, Beatriz se dio cuenta de que no estaba sola. El calor del cuerpo de Rhys la envolvía, su brazo colgado sobre su cintura, y su aliento le hacía cosquillas en el cuello. La habitación estaba bañada por el suave resplandor del sol de la mañana temprano, acompañado del canto melódico de los pájaros afuera. Beatriz tomó un momento para saborear la intimidad del momento, sintiendo una profunda sensación de satisfacción y felicidad inundarla.
Al girar la cabeza, observó a Rhys, que aún dormía profundamente, su rostro relajado y tranquilo. Admiraba la forma en que la luz del sol jugaba en su cabello, el suave subir y bajar de su pecho con cada respiración, y la sensación reconfortante de su cuerpo contra el suyo. Una sonrisa se extendió por su rostro mientras los recuerdos de la noche anterior inundaban sus pensamientos: la pasión, la intensidad y cómo Rhys la había hecho sentir verdaderamente viva.