LA MANADA DEL CRESCENTE
Jazmín lo miró en shock.
—¿Por qué estaba siendo tan amable?
Había limpiado sus heridas y hasta la había acostado en su cama, ahora incluso le ofrecía una comida.
—P-pero mi señor —empezó ella.
Él la interrumpió con una mirada.
—Estás débil —dijo él—. ¿Has comido algo desde que saliste de la mazmorra?
—Sí, la Reina me ofreció algunos bocadillos —dijo ella—. Y-yo le aseguro que no tengo hambre mi s-
En ese momento su estómago rugió fuertemente y la vergüenza se podía ver claramente escrita en su rostro.
—Tu cuerpo dice lo contrario —dijo él.
Ella se puso roja y entonces él sonó la campanilla para que una sirvienta entrara.
Mientras esperaban que la sirvienta entrara, ella se desplazó hacia el otro extremo de la cama y se volvió muy consciente de la ropa que llevaba puesta.
Se abrió la puerta y luego entró una sirvienta.
Era una de las chicas que se había aliado con otras para golpearla.
Ella volvió su cara hacia otro lado.