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La noche era oscura como la tinta, y la luz de la luna se esparcía silenciosamente por el Bosque de Cypress.
Shen Bijun inclinó ligeramente la cabeza hacia atrás, mirando al hombre frente a ella.
El cuerpo de Chu Yanshen, que había estado tenso, se relajaba lentamente. Sus ojos de fénix eran profundos, parecidos al vasto cielo estrellado. En aquel momento, parecía como si todas las estrellas se hubieran reunido en sus ojos.
Su voz temblaba ligeramente mientras preguntaba,
—518, ¿quieres ver las Auroras Boreales? —Shen Bijun se sobresaltó. Guardó silencio por un momento antes de decir, —Sí quiero.
—¿Quieres ver la Gran Pirámide de Giza? —Sí quiero.
—¿Quieres ver los Jardines Colgantes de Babilonia? —Sí quiero.
—¿Quieres ver las llamas azules de la erupción del Volcán Yizhen? —Sí quiero.
—¿Quieres vivir una aventura en las aguas de la Esquina Haiwang, persiguiendo las olas? —Sí quiero.