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Shen Bijun se quedó sola y en silencio en la pequeña villa de los Shens.
Se sentaba en el sofá del salón, su rostro no mostraba ni tristeza ni alegría, haciendo imposible discernir sus emociones.
El amor nunca fue la totalidad de su vida.
Al igual que cuando Chu Yanshen desapareció sin dejar rastro sin ninguna razón aparente, no cayó en desesperación, sino que sintió que algo era extraño. Si Chu Yanshen realmente quería abandonarla, no había necesidad de borrar todas las huellas de su existencia.
Esa también fue la razón por la que ella insistió más tarde en encontrar a Chu Yanshen para obtener una explicación clara.
Shen Bijun tomó el té caliente de la mesa de centro y dio un par de sorbos.
El té estaba tibio al entrar en su boca, pero ella aún sentía un frío que calaba los huesos.
Las palabras de aquel hombre le perforaron el corazón como cuchillos.
No era el tipo de persona que merecía perdón.