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—¡Venga, tío y tía, permítanme servirles el vino! —Meng Junchen, sin disculparse, abrió el Castillo Lafite y sirvió el vino a todos.
—Hermano Chen, ¿no le gustaría probar? Una botella de vino de 50,000 yuan no es algo que se pueda beber todos los días —Cuando llegó el turno de Chen Xuan, la sonrisa de Meng Junchen estaba llena de burla.
—Con esa pinta que tiene, ¿qué sabrá él de vino? Dejar que beba un vino tan caro sería un desperdicio, ¡no se lo des! —Ding Lijuan lo bloqueó con un gesto.
—¡Castillo Lafite, simplemente es diferente! —Han Bowwen se jactó agitando su copa de vino, con una cara de disfrute.
—Gracias a Jun Chen, ¡tenemos tanta buena suerte! Jingting, Jun Chen te ha ayudado tanto e incluso nos ha dejado beber un vino tan caro, ¿por qué no te apresuras a brindarle? —Ding Lijuan también tragó un buche, con los ojos brillantes de emoción.