"Oh, no", murmuro, mirando mi reflejo en el espejo.
Después de ducharme me visto con lo único que tengo a mano que no es mi vestido de novia: un conjunto de lencería diseñado específicamente para mi luna de miel. Cuando entré, debería haber prestado más atención a lo que traía conmigo.
El problema es que esa noche tan especial y mágica no se producirá. En cambio, me encuentro atrapada con un marido, al que apenas conozco y por el que siento una atracción ante la cual, me recuerdo, no puedo ceder. Una atracción que no tiene sentido. A pesar de la chispa que sentimos entre nosotros, no hay manera de que pueda permitir que eso suceda.
La lencería es de color crema. Un corsé de encaje que va desde mis pechos, baja por mi cintura y llega a las bragas, que cubren coquetamente la mitad de mis nalgas. Elegí el outfit con mucho cuidado, pensando en Sebastian, pero él nunca lo verá.