Jay Brent no era un tonto, y cuando vio que Greg Jensen sacaba la pastilla, sus ojos de inmediato mostraron un atisbo de vigilancia.
—Señor Jensen, ¿esto es...?
—Veneno. Si no te la tomas, entonces no tiene sentido seguir hablando.
La cara de Jay Brent se volvió muy fea, pero pensando en la posibilidad de pasar varios años en la cárcel si se negaba, apretó los dientes y aceptó.
La tomaría por ahora y la escupiría una vez que se fueran si llegaba a eso.
Jay Brent estaba jugando un juego astuto, pero no había anticipado que la pastilla se disolvería al entrar en su boca, desapareciendo al instante, sin siquiera dejarle la oportunidad de escupirla.
Greg Jensen dijo con indiferencia, —Tienes una semana para convertirte en el confidente de Cindy Harrison. No me interesan los detalles. Solo tengo un requisito...
—¿Cuál es?