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—¡¿Cómo diablos se supone que vamos a ser sus maestros?! Literalmente no entienden nada sin tus señas... —se quejó Matías mientras su voz se quebraba un poco.
Al principio, había estado encantado con la perspectiva de enseñar a los Elfos. Sin embargo, enseñarles resultó ser mucho más difícil de lo que jamás podría haber esperado.
Matías no era un buen maestro, y la barrera del idioma entre Matías y los Elfos no facilitaba las cosas.
Al principio, se había sentido motivado y emocionado de enseñar a una de las razas de las que solo había escuchado numerosas historias en su vida pasada.
Sin embargo, la emoción de Matías rápidamente se evaporó cuando se dio cuenta de que los Elfos eran más arrogantes de lo que podría haber esperado.
Parecía que ni siquiera estaban intentando aprender lo que él estaba tratando de enseñarles.