Mientras Asher y los otros seis que lo acompañaban entraban al palacio real, estaban flanqueados por un gran contingente de guardias draconianos, cuya presencia era un constante recordatorio de los ojos vigilantes de este reino.
El interior del palacio era un espectáculo de grandiosidad oscura, su vastedad y opulencia impresionantes e intimidantes.
Leonidas y Caelum apenas podían ocultar su asombro mientras miraban alrededor. Los altísimos techos los hacían sentir minúsculos en comparación, y la escala de la arquitectura del palacio era casi incomprensible. Estiraban el cuello hacia arriba, asimilando la vista del alto techo que parecía extenderse hasta el infinito.
La expresión de Oberón era bastante pálida, sus ojos temblaban sutílmente al pensar en tener que sufrir la tortura de Asher durante los próximos siete días.
Inicialmente, se sintió eufórico, pensando que Asher entraría en la torre de inmediato.