Después de 10 arduos días de sobrevivir en el laberíntico Hueco de Ecos, Merina, Callisa e Isola finalmente cruzaron hacia una Zona Segura.
Al cruzar el umbral, el inquietante silencio del lugar dio paso a un bajo zumbido de vida y actividad.
Los estrechos y sinuosos túneles se abrían hacia una vasta caverna, cuyo alto techo estaba adornado con brillantes estalactitas que proyectaban un tenue y hermoso resplandor, haciendo que la caverna pareciera una ciudad bajo las estrellas.
Era como si hubieran tropezado con una metrópoli subterránea, repleta de actividad.
A primera vista, la ciudad parecía crecer orgánicamente de la propia caverna.
Los edificios estaban hechos de piedras intrincadamente talladas, siguiendo la curvatura natural de las paredes de la caverna. Musgo luminoso y hongos servían como las principales fuentes de luz de la ciudad, proyectando un resplandor sobrenatural sobre toda el área.