Después de caminar unos 20 minutos, Anon y los demás finalmente llegaron frente a su casa.
Para sorpresa de Anon, su casa no se parecía en nada a cuando dejó el reino Humano. En aquel entonces, era solo una pequeña casa de madera de tres pisos, pero ahora se había transformado en una gran mansión hecha de ladrillos y piedras.
Había más de 150 habitaciones dentro de la mansión, y cada una de ellas estaba iluminada con lámparas que la compañía de Anon fabricaba.
—Vaya, Papá... ¿Vives aquí, en esta gran casa? —preguntó Reva mientras sus ojos brillaban.
—Querido, tu casa es realmente grande... No sabía que vivías dentro de una mansión tan grande —dijo Adeline mientras sus ojos también se iluminaban, pues durante los últimos dos mil años había vivido dentro de una cueva.
—Sí, yo tampoco lo sabía. Bueno, entremos... —dijo Anon mientras miraba la mansión con una sonrisa y comenzaba a caminar hacia ella sin perder otro segundo.