Draven corría frenéticamente por las calles vacías, su corazón latiendo aceleradamente en su pecho. Detrás de él, las implacables hordas de Ratlings lo perseguían, lanzando lanzas improvisadas en su dirección.
Los proyectiles pasaban zumbando, rozando su piel y dejando rastros de sangre a su paso.
A su alrededor había una escena de pesadilla de caos y desesperación. Fue testigo de la visión macabra de personas involucradas en combates brutales, sus gritos de ayuda ahogados por los aullidos de las criaturas.
El aire olía a sangre y miedo, sofocando sus sentidos. En medio del caos, un grupo de valientes guardias formó un muro de escudos a lo largo de un camino estrecho.
Los guardias cerraron el camino detrás de los ciudadanos que huían. Draven, jadeante y exhausto, se detuvo para recuperar el aliento, escaneando los alrededores en busca de un lugar donde esconderse.