—¿Estás seguro? Puedo quedarme aquí, sabes —dijo Aiden, pensando en los posibles beneficios de actuar de esa manera.
Al volver a oler su fragancia, parecía que su mente comenzaba a desvanecerse.
Aiden necesitaba dejarla sola en este momento, o quién sabe qué podría pasar.
—Todo está bien; solo déjame sola —dijo ella, usando su usual tono condescendiente hacia Aiden.
—Está bien entonces, supongo que nos veremos mañana —dijo Aiden, entrando en el dormitorio.
Cuando Aiden cerró la puerta detrás de él, apareció alivio en la cara de Emma ya que no podía controlarse cuando Aiden empezaba a acercarse a ella.
Todo sobre él simplemente parecía demasiado adictivo.
Si algún día lo probaba, podría ser que nunca pudiera deshacerse de él.
Mientras empezaba a calmarse, sintió algo de líquido entre sus piernas saliendo de su lugar sagrado.
«¿No me digas que estaba tan excitada?», pensó, sin creer que solo su olor y toque hubieran provocado una reacción así en su cuerpo.