—Lo llevaré de vuelta con Aymora después de esto —les dijo Reth sin siquiera saludar primero.
Ella resopló, pero asintió y cerró la puerta.
Tobe también miraba preocupado a Behryn, pero su segundo caminó normalmente a través de la habitación, su paso firme. Lo que preocupaba a Reth era la palidez de su rostro y la manera en la que parecía respirar demasiado rápido.
—¿Estás bien? ¿De verdad? —Reth le preguntó en voz baja cuando llegaron a la mesa con el mapa.
—Estoy cansado —dijo Behryn—, y eso hace que sea más difícil respirar. Pero no tengo calor, ni dolor. Todos ustedes necesitan dejar de atosigarme como gallinas cluecas.
Los labios de Reth se torcieron, pero Tobe sonrió.
—Como sea. Mira aquí. He marcado los lugares que indicaste donde creemos que los lobos están más probablemente escondidos. Y aquí abajo en la Ciudad, he marcado las estaciones de agua...