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—Estar en el coche era aterrador. Pero hizo lo posible por sentarse derecho y no chillar como un jabalí. Y sin duda se relajó más a medida que el viaje continuaba y empezaban a tejerse entre campos grandes y árboles, luego arbustos y árboles, y después un espeso bosque.
—Incluso abrió la ventana cuando Kalle se lo sugirió, y aunque no disfrutaba del sonido del aire cortando esta... cosa, el olor... el olor era mejor.
—Unos cuarenta minutos después de haber dejado la biblioteca, ella apagó el coche en un caminito de tierra y grava. Serpentearon entre árboles y rocas durante un minuto o dos, luego ella sacó el coche del camino y lo apagó.
—Gahrye respiró más tranquilo cuando el rugido del motor se detuvo.
—Entonces se dio cuenta de lo silencioso que estaba allí fuera.