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ELIA
Con un brazo debajo de las rodillas y el otro detrás de los hombros, él la alzó del suelo y la acercó a su pecho, respirando agitadamente.—Allí —dijo, señalando un aparador en un nicho mientras pasaban—. Y allí —sopló hacia el asiento del banco frente al fuego—. También allí, y quizás en la encimera también —dijo al pasar por la mesa del comedor.
—¿Qué estás haciendo? —rió ella mientras él hundía su nariz en su cuello e inhalaba profundamente, como si fuera algún tipo de perfume.
—Te dije, tenemos que hacer una lista de todos los lugares en los que voy a emparejarme contigo —gruñó él.
Elia rió, pero su estómago vibró y lo atrajo más hacia sí, acelerando su respiración mientras él besaba y succionaba su cuello.
Se sentía como si ahora entendiera por qué él parecía tan obsesionado con su cuello—y estaba contenta. Le producía escalofríos cada vez.