—Vamos —dijo el padre de Williams a Harold, quien en ese momento estaba mirando el lago. Le gustaba venir aquí para pensar porque, por alguna razón, le hacía sentirse un poco relajado y lúcido.
Sin embargo, el plan se arruinó cuando el padre de William apareció detrás de él, exigiendo permiso para irse con su familia.
Harold se volvió para mirarlo, con las manos cruzadas detrás de la espalda. Estuvo tranquilo durante mucho tiempo mientras le daba al hombre una mirada escrutadora. Sir Evan no se molestó en ocultar su disgusto, que estaba dirigido o a él o a la situación que ocurría en el palacio.