A lo lejos, Gilas observaba cómo Gedeón y Freya interactuaban el uno con el otro. Cerrando los ojos, dejó escapar un profundo suspiro. Había pasado una semana desde que visitó a su madre por última vez, y cada día que pasaba se preocupaba más al ver cómo su condición había empeorado desde la última vez que la vio.
A regañadientes, apretó las manos en un puño, sin preocuparse más por cómo sus manos sangraban cuanto más fuerte las sujetaba. Desafortunadamente, ahora Freya era su único medio para ver a su madre, y no tenía otra opción más que ver que se hiciera. Calmándose, dejó escapar otro suspiro antes de caminar hacia los dos, que parecían estar discutiendo incluso ahora.
—Buenos días —saludó Gilas educadamente, haciéndose notar.
—Señor Gilas —Freya le dirigió un asentimiento cortante.
—Gedeón… —le saludó a su vez.
—Gilas… —el hombre intercambió las cortesías.