Después de un tiempo, Esther se giró para mirar al comandante de los caballeros reales que había estado esperando pacientemente por ella. Su expresión había vuelto a su habitual calma, pero era una especie de calma inquietante que le producía incomodidad al caballero en su presentimiento, como la calma antes de la tormenta.
—Sir Galien, mi esposo volverá pronto al templo. Deseo que lo cuides y lo traigas de vuelta al palacio. No dejes que sepa que estoy en mi mansión, al menos, mantenlo alejado por la noche. —Esther se dispuso a irse pero Sir Galien la llamó en un torbellino.