—Jefe, ya se habían ido —informó uno de los hombres a la Serpiente Blanca, que tenía la cabeza baja y parecía estar sumido en sus pensamientos.
Al darse cuenta de que quizá no le había escuchado, el hombre repitió sus palabras.
Poco después, la Serpiente Blanca alzó la mirada y simplemente asintió.
Su mirada no pudo evitar detenerse en el mueble frente a él, al ver manchas de sangre por doquier. —Consigue a alguien para que saque todos los muebles —dijo con el ceño fruncido mientras se levantaba.
—¿Todos ellos? —repitió el hombre, a lo cual él respondió solo con una mirada. —Que alguien limpie el sótano también. No quiero que huela a sangre la próxima vez que venga aquí.
—Entendido.
—¿Ya llegó el Equipo 14? —preguntó mientras subía las escaleras para salir de la villa.
—Todavía no, pero llegarán en los próximos diez minutos.
La Serpiente Blanca asintió y esperó en el hermoso jardín al costado de la villa, mirando el cielo como si estuviera allí para reflexionar sobre la vida.