—¡Estúpida perra! —siseó Celeste con rabia al llegar al claro donde la chica había perdido el conocimiento.
La chica seguía siendo tan obstinada incluso sabiendo que no tenía ninguna oportunidad contra Celeste y este tipo de convicción era lo que más despreciaba Celeste.
Esa ciega lealtad irritaba a Celeste, le recordaba demasiado a ella misma en el pasado.
Una época en la que era joven, tonta e ignorante de las realidades del mundo.
Esta locura había llevado a Celeste a sus mayores penas, ¿cómo podría soportar ser recordada de ello?
—La muerte sería otorgarte clemencia —murmuró Celeste para sí misma mientras caminaba hacia la chica inconsciente, un brillo malicioso en sus ojos.
Sin embargo, Celeste fue tomada por sorpresa cuando una ráfaga de energía mágica se estrelló contra ella, lanzándola de sus pies.
Celeste se estrelló contra un árbol, un siseo de dolor escapó de ella. Celeste fue rápida en ponerse de pie, su cuerpo preparado para atacar mientras invocaba su magia.