—Deberías contestar eso. Podrías iluminarte si lo haces.
Silas miró a Dominic con duda y sospecha. Mantuvo sus ojos en él mientras deslizaba las manos dentro del bolsillo de su traje. Incluso cuando contestó la llamada, Silas mantuvo toda su atención en Dominic.
—Hey hombre, ¿puedes decirle a mi jefe que todo está claro aquí?
Profundas líneas aparecieron entre sus cejas al escuchar la voz jadeante y arrogante de un hombre. Su tono era una mezcla de un poco de agotamiento y arrogancia.
—Tú…
—Cierto. Que grosero de mi parte no presentarme. Mi mal —dijo la persona al otro lado de la línea—. Soy yo, tu colega, el señor M. Tus hombres confiscaron mi teléfono, así que tuve que pedir prestado el de uno de tus hombres.