—Mocoso, ¿estás molestando a mi nuera? —habiendo escuchado su argumento, la anciana asomó su cabeza por la ventana.
La cara de Lewis se tensó.
—No.
La anciana lanzó una mirada dudosa a Keira:
—Nuera, ¿es eso cierto?
Keira le dirigió a Lewis una mirada aparentemente divertida. Sorprendentemente, notó un rastro de ansiedad en su rostro de otro modo inexpresivo.
—No, no me está molestando —se rió entre dientes.
El hombre pareció soltar un suspiro de alivio, aunque apenas perceptible.
—Bien. La cena está lista. Pasen adentro —la señora Horton mayor se rió entre dientes.
Su cena fue bastante simple.
Cuatro platillos y una sopa, justo suficiente para tres personas.
Pero la anciana apenas tenía apetito. Dejó su tenedor después de unos pocos bocados.
—Nuera, estoy cansada. Vamos a casa —dijo cansada.
Keira intentó persuadirla.
—Por favor, no se esfuerce. Descanse aquí en casa esta noche.
El pequeño patio era como un mini asilo, equipado con todo tipo de equipos médicos.