—¿Qué hiciste, p...? —Isaac no pudo terminar porque le di un golpe entre las piernas con mi pierna. Fue una patada que Perita me enseñó. Perita me enseñó cómo patear. Ella decía que era una buena idea deshacerse de los hombres que se paraban con las piernas un poco más separadas.
—Isaac gritó de agonía y se arrodilló sobre sus rodillas. Noté que Ezequiel se levantaba, así que rápidamente comencé a correr. Mi ropa, así como mis brazos, estaban salpicados de sangre. No era mi sangre, pero aun así me hizo sentir un poco náuseas.
Pero en el camino, casi me topé con algo, o eso pensé hasta que me agarró de la cintura y me empujó hacia los brazos de alguien.
Me llevó un tiempo entender lo que estaba sucediendo. Era una bestia enorme. Tenía un pelaje negro oscuro y ojos también negros oscuros. Y era enorme en tamaño y aterradora en apariencia.
Pero, si tuviera que elegir, diría que una araña es más aterradora que ella.