Nota del autor:
Espero lo disfruten, aunque sea corto.
No se olviden de dejarme sus piedras de poder y reseñas.
Gracias a:
@Brusk23
@davidelvaron
@kev1n_777
@JustAuthority
@DaoistwZ91W8
@Estefania_Scarlett
Gracias por el apoyo y a todos los que leen este fic.
-Lidenskap
X X
—¡Vamos hermana!— Un risueño gorjeo llegó a mis oídos, miré la causa para solo sonreír. Un niño de cabello rubio ceniza, ojos azules como el cielo, me sonrió mientras corría por el prado, yo solo pude devolverle la sonrisa.
Cuando tenía 19 años fui acusada de hereje, reincidente, apóstata e idólatra. Ahora estoy en camino a mi ejecución, vistiendo harapos con moretones y heridas sin sanar por todo mi cuerpo sucio y profanado.
—Muere Bruja.—
—Bruja.—
—Hereje.—
—Puta amante del diablo.—
Piedras, tomates o cualquier fruta o vegetal podrido se me fue lanzado.
Inconscientemente no pude evitar apretar los puños. La ira comenzó a hervir debajo de mi piel pero rápidamente lo suprimi y rece al señor en busca de perdón e iluminación.
—Padre nuestro, que estás en los cielos- Ugh—
Pero no pude terminar mi rezo cuando el guardia detrás de mi golpeo me con su lanza, instando a no detenerme.
Vi a los guardias que me rodeaban, guiándome a la hoguera.
Una hermosa catedral, la casa donde reside nuestro señor Dios, quien me guió hacia la salvación de mi patria y mis compatriotas.
La plaza estaba llena de murmullos y miradas acusadoras. Los aldeanos, algunos con lágrimas en los ojos, otros con expresiones de odio, se habían congregado para presenciar mi ejecución. El sol brillaba implacablemente sobre la multitud, como si incluso el cielo estuviera en contra de mí.
El anciano en el balcón continuó su discurso, su voz resonando en el aire cargado de tensión. Sus palabras eran como cuchillos afilados que se clavaban en mi corazón.
—Has desafiado a la Iglesia, a Dios mismo. Tus visiones, tus revelaciones, tus actos… todo es obra del demonio. Eres un peligro para la fe y la moral. Tu muerte servirá como advertencia para aquellos que se atrevan a seguir tus pasos.—
El cetro en su mano parecía pesar más que el mundo entero. Me pregunté si Dios también estaba observando desde algún rincón celestial, juzgando mi destino.
Los guardias me empujaron hacia adelante, y mis pies se movieron como si no fueran míos. La hoguera ardía con llamas bravas apenas me acerque al centro de la plaza, sus llamas danzantes como lenguas sedientas de venganza.
El niño de cabello rubio ceniza seguía corriendo, como si fuera ajeno a la tragedia que se desarrollaba. Sus risueños gorjeos se mezclaban con los gritos de la multitud.
—¡Vamos, hermana! ¿Qué sucede? ¿Te cansaste tan rápido?— Me llamó, su voz pura y libre de malicia.
¿Cómo podía un niño tan pequeño entender lo que estaba sucediendo? ¿Cómo podía sonreír en medio de esta pesadilla?
No, él no podría sonreír en esta situación…ya veo, esto es un recuerdo.
Los guardias me ataron a la estaca. Las sogas apretaron mi piel, y mi corazón latía con fuerza. Miré al cielo una última vez, buscando respuestas, pero solo encontré nubes blancas e indiferentes.
No escuche la voz de mi señor.
El anciano papal levantó el cetro, y la multitud contuvo la respiración. Las llamas crepitaban, ansiosas por devorarme.
—Que Dios tenga piedad de tu alma, Jeanne d'Arc .—
Y entonces, el mundo se volvió fuego.
No grite.
Aunque quisiera, me negué. Apreté los dientes, soportando el dolor mientras miraba a través de las llamas a la gente que me observaba arder, sus risas, burlas o miradas ansiosas.
El calor era insoportable. Las llamas lamían mi piel, devorando mi vestimenta y mi carne. El olor a carne quemada se mezclaba con el humo y el crujir de las llamas. ¿Era esto el infierno? ¿Esta es la recompensa que recibo por defender a mi patria?
Mis ojos se encontraron con los del anciano papal en el balcón. Su mirada era implacable, como si él mismo fuera el brazo ejecutor de Dios. ¿Qué había hecho mal? ¿Por qué me habían traicionado aquellos a quienes había jurado proteger?
El niño de cabello rubio ceniza corrió a duras penas, su rostro manchado de barro, lágrimas y mocos mientras se abría paso entre la multitud desesperadamente. Sus gritos desesperados se mezclaban con los gritos de la multitud. ¿Cómo podía un niño tan pequeño entender lo que estaba sucediendo? ¿Cómo podía mantenerse de pie en medio de esta pesadilla?
Las llamas se retorcían a mi alrededor, como serpientes hambrientas. El dolor era insoportable, pero no podía permitirme mostrar debilidad. No aquí, no ahora.
—¡Hermana!— Me llamó el niño, su voz angustiada y desesperada mientras me veía arder.
¿Qué podía decirle? ¿Cómo podría decirle que su hermana mayor estará bien si claramente me ve arder en la hoguera, con las cadenas impuestas por la iglesia y al rey al que serví que me ataban? ¿Que mi fe en Dios no había flaqueado, sino que todo mi lucha por mi país y rey había sido transgiversado por aquellos que se autodenominaban sus representantes en la Tierra y al mismo rey al que di mi vida?
El anciano papal levantó el cetro, y la multitud contuvo la respiración. Las llamas crepitaron, ansiosas por devorarme.
—Jeanne d'Arc. Que tus pecados sean absueltos por la misericordia de nuestro señor Dios, que puedas encontrar el camino correcto a través de las llamas justas de nuestro Señor. Amen.—
Con las pocas fuerzas que tenía, mire al cielo en busca del Señor, de Dios todopoderoso. Que respondiera mis preguntas.
¿Por qué?
¿Qué hice mal?
¿En que me equivoque mi Señor?
El señor no respondió.
No grité. Pero en mi corazón, una oración silenciosa resonó:
"Señor, si he pecado, perdóname. Si he sido hereje, dame fuerzas para soportar este tormento. Y si mi muerte es tu voluntad…entonces que así sea."
Las llamas me envolvieron, y mi cuerpo se carbonizaba. Pero mi espíritu, mi lucha, comenzó a flaquear, sin recibir la respuesta de mi señor en mis últimos momentos de vida.
Dude de mi Señor.
La hoguera rugió, y yo no pude seguir.
Ya no pude contener todas estas emociones que comenzaron a desbordar de mi corazón.
Rugi.
Grité blasfemias por primera vez en mi vida, les exigí por qué me hacían esto, porque me traicionaron. Pero todo lo que recibí fue indiferencia y algunas risas del papa y del rey que estaba a lo lejos mirando divertido como mi cuerpo se carbonizaba.
Que Dios tenga piedad de mi alma…porque pecare.
Que Dios tenga piedad de mi alma…porque los matare.
Que Dios tenga piedad de mi alma…porque lo odio.
Odio.
Los odio.
Me traicionaron.
LOS ODIO.
Todo lo que conseguí fue ser sentenciada a la hoguera, porque escuche al Señor.
Porque tuve empatía y misericordia por mi patria. Ellos me traicionaron.
Porque fui amable. Ellos me usaron.
Me violaron.
Mancillaron mi nombre y honor.
Fue en mis últimos momentos de conciencia que todo se detuvo.
El dolor de las llamas lamiendo mi piel carbonizada desapareció.
Las bulliciosas burlas cesaron.
Las aves que surcaban los cielos quedaron estáticas en sus lugares.
En los cielos, pude vislumbrar vagamente una esfera etérea azul cambiante, rodeada de anillos girando y desplazándose a su alrededor que comenzaba a acercarse a mi.
[¿Quieres venganza?]
Múltiples voces superponiendose susurraron tentativamente en mi mente. Como si fuera el mismo Satanás buscando tentarme, pero ahora no me importa, no importaría vender mi alma si eso implica poder vengarme.
Con dificultad abrí la boca, mi garganta seca por las llamas que redujeron toda el agua en mi cuerpo, estoy a un paso de ser nada más que cenizas.
—...si…— Un ronco murmullo salió con dificultades de mi garganta.
[Renace como una Vengadora, mata a quien te dicte. Libera tu odio a quien te señale.]
[Jeanne d'Arc, se mi Bestia.]
Lo último que vi fue como esos anillos que rodeaban a la esfera azul comenzaban a desprenderse uno por uno y acercarse a mí como serpientes en busca de devorarme.
Todo se volvió oscuro.
—¡Jeanne! ¡Mi querida Jeanne! ¡Por fin, por fin mi deseo se cumplió! ¡Ven mi querida Santa, purga este mundo sucio con tus llamas!— Una voz familiar llegó a mi, alguien con quien estaba muy familiarizado…pero había algo diferente en su voz, algo más retorcido.
Abrí los ojos y vi a una cara conocida.
—Guilles…viejo amigo, he vuelto.—
X X
Estación de Metro de Kioto, Prefectura de Kioto, 20 de Junio de 2005, 10:36 PM
—[Difusión: La Grondement Du Haine]—
Un mundo en llamas me rodeó.
Por un momento me quedé confundido y desconcertado, el lugar era por decir menos, deprimente en mi opinión.
Cadáveres quemados hasta quedar reducidos a ceniza, otros simplemente estaban en proceso al ver cómo su piel se desprendía por las llamas y algunos estaban empalados o en hogueras quemándose. El humo en el cielo impedía que lo que pareciese ser el sol pudiera alumbrar este mundo en llamas, a lo lejos pude notar lo que pareciese ser una catedral en ruinas, al forzar más mi vista pude notar una hoguera en medio de una plaza frente a la catedral en ruinas.
Había un cuerpo carbonizado atado en la hoguera, mirando el cielo nublado por el humo.
Perdido por el ambiente de este lugar de repente me doy cuenta de algo, todo este jazz de señas de mano de esa rubia y ese cara se me hace familiar- OH! Mierda, porque carajos ella se parece tanto a Jeanne d'Arc de Fate, con la maldita armadura y todo, se que ella debería heredar su espiritu o algo asi pero ella no debería heredar el espíritu de ESA Jeanne, estamos en DXD no el fuckyn TYPE MOON.
Y por si eso no fuera poco, la forma en que ejecuto lo que parece ser un Reality Marble o lo que sea, se me hacía extrañamente familiar, como si lo hubiera visto en un manga de mi vida pasada, donde el villano es mimado por su maldito autor-.
—Ugh, mi cabeza.— Mierda, con tan solo seguir vagando por mis recuerdos me provoca dolores de cabeza.
En eso siento como el suelo debajo de mi tiembla y antes de que pueda reaccionar, repentinamente soy trasladado directamente a la plaza, frente a la hoguera de la cual había vislumbrado hace poco.
—Bienvenido a mi domino, Demonio.—
Algo confundido y alerta por lo sucedido, escucho la voz cantarina de la heredera de ESA santa. Volviendo mi mirada hacia el origen, la veo ahí, en lo alto del balcón de la catedral.
Pero algo no cuadra, esta sensación de falta de control de mi energía demoníaca me molesta, es como si por estar en este lugar o mundo, estuviera sujeto a reglas o restricciones.
Fue ahí que algo hace click en mi mente.
Dominó.
Restricciones que me veo obligado a seguir.
No me digas, por favor no me digas que es alguna mierda similar a una Expansión de Dominio.
—Oh? Esa cara si que es divertida, demonio, que paso con esa bravuconería anterior? Acaso fue solo una farsa?—
Su voz cantarina y alegre comienza a irritarme tanto como Cao Cao.
Harto de esta mierda, flexiono mis piernas listo para saltar y arremeter con ella pero en eso la hoguera frente a mí se enciende repentinamente, dejándome confundido por unos instantes.
—Que comience el juicio, demonio. Veamos qué pecados has cometido.— La veo emocionada, ella comienza a relamerse los labios en anticipación pero lo que dijo me deja perplejo.
Juicio?
Ciertamente soy un hombre que ha pecado pero joder, no tengo tiempo para esta mierda, tengo una mocosa a la que salvar y demonios que matar.
Salto, destruyendo las baldosas de la plaza en dirección a la rubia que me metió en este lugar.
Frente a ella me posiciono para darle un buen golpe para matarla rápidamente pero ahí quedó.
Ya no pude moverme, a tan solo unos centímetros de su molesta cara sonriente.
Vuelvo mi mirada a mis brazos y veo la causa, cuerdas, cuerdas en todas mis extremidades.
Malditas cuerdas me detienen.
—Que mierda.— No pude evitar exclamar molesto.
Pero por el rabillo del ojo la veo chasquear los dedos, y con eso las cuerdas me embisten contra las baldosas de la plaza, sangre sale de mi boca por la fuerza y poder.
Siento ardor en las extremidades que son sostenidas por las cuerdas.
Interno romper las malditas cuerdas pero era inutil, sentía como mi energía demoniaca desenfrenada era absorbida por ellas, carajo.
—Oh? Fratricidio.—
Al oír eso, me congelo.
Una vaga imagen de alguien vuelve a mi, aunque sea por unos instantes lo veo, veo a alguien similar a mí, empuñando una katana.
Dolor, un agudo dolor en el pecho, no uno sentimental, sino puramente físico o lo más cercano a ello, como si de repente heridas viejas en mi cuerpo se reabrieran.
—Incesto y la violación. Vaya, pensar que tendrias esos, honestamente pensé que eras mas de homicidios y genocidios, no de esos pecados…pero recordando tus comentarios lujuriosos, ciertamente están acorde.— Su voz burlona y despectiva me enfurece, quería destrozar estas malditas cuerdas para arrancarle la lengua a esa perra.
Pero como antes, un agudo dolor me invade, esta vez el recuerdo es más vivido.
Y me horroriza.
Una hermosa mujer desnuda de cabellera blanca y ojos azules tendida en la cama, sus ojos muertos mirándome fijamente mientras parecía que estuviera frente a ella, a punto de devastar nuevamente.
Intento alejar esos recuerdos, esos recuerdos no son míos. Mierda, no recuerdo haber hecho eso.
Yo no recuerdo-
El cabello blanquecino es reemplazado por uno escarlata, sus ojos muertos ahora eran celestes casi verdosos mirándome con odio.
Quiero retroceder pero estaba echado en una grieta en la plaza, sostenido por las cuerdas, quería gritar pero no podía.
—Dime…te arrepientes de tus pecados?— Me susurra en el oído, no sabía cuándo ni cómo llegó a mi lado pero ya no importaba.
Esos susurros distorsionados, esas voces clamando mi muerte y llamándome monstruo vuelven con gran fuerza, esta vez no tengo la fuerza para decirles que se callen.
De alguna manera algo dentro de mi, me dice que estos pecados son míos, que yo…realmente soy un monstruo.
—...si…— Respondí sin darme cuenta, mis ojos se habían puesto vidriosos y nublados, las palabras habían salido automáticamente de mi boca.
Era consciente de que YO, Maxwell Ferris, no respondió esa pregunta, alguien más le respondió, alguien muy dentro de mi alma.
—Entonces tus pecados serán absueltos por las justas llamas misericordiosas de nuestro Señor.— Su tono ruiseñor y burlón llegó a mi.
Las cuerdas comenzaron a arrastrarme a la hoguera en llamas.
Quería resistirme, quería liberarme pero mi cuerpo no reaccionaba.
Mi cuerpo ya no me respondía a mi.
Las llamas comenzaron a lamer mi piel, el dolor llegó pero no grite, era incapaz de siquiera hacer eso.
Fui sujeto firmemente por la cuerda en la hoguera mientras mi piel comenzaba a pelarse, mi cuerpo a carbonizarse.
No grite.
Los recuerdos de mis pecados volvieron.
"—Eres un estúpido Edmon. Un verdadero estúpido…El poder lo es todo, y tu lo desaprovechas, negando el poder que se te fue dejado.— Una voz fría y despreciativa, sus ojos azules mirándome con desdén mientras la lluvia que caía a nuestro alrededor hacía fluir mi sangre, la sangre que brotaba de mi corazón perforado, por mi propia espada."
Vi al mismo hombre del que se me acusó de fratricidio, pero algo en esos recuerdos eran diferentes, no me provocaban lástima, vergüenza o arrepentimiento…solo ira.
Esa fue la emoción que sentí.
Esa emoción inundó todo mi ser.
Mi energía demoníaca comenzó a volverse loca, la producción de esta iba en aumento y las cuerdas que me drenaron mi energía y sostenían, no podían seguir el ritmo de mi producción de energía demoníaca.
Algo dentro de mí volvió a despertar…no, dos cosas despertaron.
Una luna llena y una llama incandescente dentro de mi alma.
Pero la luna prevaleció.
Y con ello mi cuerpo comenzó a crecer y cambiar, mis músculos se expandieron y la ropa que hace mucho que se había convertido en cenizas comenzó a imprimirse en mi piel del cual pelaje oscuro comenzó a brotar.
Mi corazón latía a mil por hora, la energía demoníaca comenzó a difundirse en mis músculos y con un tirón de mis brazos, las cuerdas que me sostenían estallaron.
Aúlle al cielo sin luna.
Las llamas que lamían mi piel comenzaron a evitarme y con eso toda mi visión se oscurece.
Mi conciencia desapareció pero la ira no desapareció ni menguó.