Pasaron dos años desde que Unzen comenzó su riguroso entrenamiento en la jungla. Ahora, su fuerza, agilidad y Haki de Observación habían alcanzado un nivel que ninguna niña de su edad podría imaginar. Pero, a pesar de todo el tiempo que pasó entrenando y luchando,
Unzen se encontraba en la jungla, como todos los días, su katana de madera en la mano. El sol apenas se asomaba entre las copas de los árboles, tiñendo el ambiente de un dorado suave. Sabía que Laki estaba cerca; podía sentir su presencia, pero esta vez había algo diferente. Laki no atacaba. Unzen agudizó sus sentidos, intentando descifrar lo que estaba ocurriendo.
De repente, Laki emergió de la espesura, pero no como una amenaza, sino como una sombra que se movía sigilosamente a su alrededor. La pantera había crecido, y sus movimientos eran aún más fluidos y peligrosos. Sus ojos dorados brillaban con una intensidad que Unzen no había visto antes. Sin embargo, Laki no atacó. En cambio, se quedó quieta, observando a Unzen con una mirada que mezclaba curiosidad y respeto, con un toque de afecto que era nuevo para la pantera.
"¿Qué ocurre, Laki?" preguntó Unzen, con una mezcla de intriga y precaución. Nunca antes la pantera había mostrado tal comportamiento.
Laki soltó un bajo gruñido, no de advertencia, sino de comunicación. Algo había cambiado en la dinámica entre ellas. Sin previo aviso, Laki se lanzó hacia Unzen, pero no con la ferocidad de antes, sino con un ataque que, aunque rápido y preciso, no tenía la intención de herir. Unzen lo sintió; era como si Laki quisiera probarla una última vez, ver cuánto había mejorado desde su primer encuentro.
El combate que siguió fue diferente de todos los anteriores. Era una danza entre dos oponentes que se conocían profundamente, cada movimiento calculado, cada golpe preciso. Unzen y Laki se movían en perfecta sincronía, como si hubieran estado practicando juntas durante años. Al final, cuando el sol ya comenzaba a descender, Laki se detuvo abruptamente y se quedó inmóvil, sus ojos dorados fijos en Unzen. La pantera había decidido que ya no tenía nada más que enseñar, pero esta vez no se fue.
Unzen bajó su katana de madera, respirando profundamente. "Gracias, Laki," murmuró, sintiendo una extraña mezcla de gratitud y tristeza. Sabía que este era el final de su entrenamiento con la pantera. Pero Laki, en lugar de desaparecer entre los árboles como lo hacía antes, se acercó a Unzen con pasos suaves y se frotó contra su pierna, como un gato doméstico buscando afecto. Unzen, sorprendida, sonrió y se agachó para acariciar el suave pelaje de la pantera. Esta era una nueva Laki, una compañera, no solo una oponente.
Con el corazón latiendo con fuerza, Unzen decidió regresar a la ciudad. Sabía que Hancock, Sandersonia y Marigold la estarían esperando. Pero cuando dio un paso hacia la salida de la jungla, Laki la siguió, manteniéndose a su lado como una sombra protectora. La pantera había decidido que no solo había terminado su entrenamiento, sino que también deseaba permanecer junto a Unzen.
En los días que siguieron, Laki se adaptó rápidamente a la vida en la ciudad. Aunque las mujeres de Amazon Lily al principio se mostraron cautelosas con la presencia de la gran pantera negra, pronto se dieron cuenta de que Laki era un protector leal de Unzen y sus hermanas. Laki, con su imponente presencia, se convirtió en una figura familiar en la ciudad, y su vínculo con Unzen se fortaleció aún más.
Finalmente, llegó el día en que Unzen, Hancock, Sandersonia y Marigold se unirían a las Piratas Kuja para su primer viaje. Las cuatro estaban emocionadas y nerviosas, sabiendo que este sería un gran paso en sus vidas. Mientras se preparaban para embarcar, Laki permaneció cerca de Unzen, observando todo con sus ojos dorados atentos.
Cuando subieron al barco, Laki las siguió sin dudarlo. Aunque las otras piratas se sorprendieron al ver a la pantera acompañarlas, no hubo objeciones. Laki, al igual que Unzen, ahora formaba parte de la tripulación, una aliada feroz y leal.
El barco zarpó, y mientras el viento llenaba las velas, Unzen, Hancock, Sandersonia, Marigold y Laki se pararon juntas en la proa, mirando hacia el vasto mar que se extendía ante ellas. Sabían que la aventura que les esperaba sería peligrosa y desafiante, pero también emocionante y llena de oportunidades para crecer y convertirse en las guerreras que estaban destinadas a ser.
Con Laki a su lado y sus hermanas como compañeras, Unzen se sintió más preparada que nunca para enfrentar lo que el mundo les tenía reservado. Este era solo el comienzo de su viaje como piratas Kuja, y juntas, estaban listas para conquistar los mares.
Mientras el barco de las Piratas Kuja avanzaba por el vasto mar, Unzen, Hancock, Sandersonia y Marigold comenzaron a adaptarse a la vida en alta mar. A bordo, cada una de ellas tenía tareas asignadas para ayudar a mantener el barco en perfecto estado. Unzen, con su agilidad y fuerza, se encargaba de maniobras más exigentes, como ajustar las velas y asegurar las cuerdas. Su entrenamiento en la jungla había fortalecido su cuerpo, y cada tarea la realizaba con una precisión casi instintiva.
Hancock, con su natural liderazgo, ayudaba a coordinar las actividades, dando órdenes a las demás piratas mientras trabajaban. Su carácter fuerte y decidido comenzaba a brillar, y aunque era joven, las demás empezaban a notar su potencial como futura líder.
Sandersonia y Marigold, por su parte, se ocupaban de tareas más ligeras, como limpiar la cubierta o ayudar en la cocina. Sin embargo, no todo era trabajo duro para ellas. Aprovechaban cualquier momento libre para divertirse juntas, ya fuera contando historias, jugando o simplemente disfrutando de la brisa marina. Sus risas a menudo resonaban en el barco, contagiando a las demás con su energía juvenil.
Unzen, aunque participaba en las tareas diarias y disfrutaba de la compañía de sus hermanas, mantenía una constante alerta. Sabía que, en cualquier momento, podrían enfrentarse al peligro que había anticipado: el intento de secuestro de Hancock y las demás. Su Haki de Observación estaba siempre activo, escaneando el entorno en busca de cualquier signo de amenaza.
A veces, cuando el mar estaba en calma y el cielo despejado, Unzen se detenía un momento para observar el horizonte, sus ojos morados reflejando la vastedad del océano. Era en esos momentos de tranquilidad cuando sus pensamientos se volvían más oscuros. Sabía que su viaje no estaría exento de peligros, y la posibilidad de que sus hermanas fueran capturadas la atormentaba.
Laki, siempre a su lado, parecía percibir sus preocupaciones. La pantera se movía sigilosamente por el barco, vigilando a Unzen y a las demás, como si también estuviera consciente de la amenaza que se avecinaba. Su presencia era un recordatorio constante para Unzen de que no estaba sola en esta misión.
A pesar de la tensión interna que sentía, Unzen no permitía que su preocupación afectara a sus hermanas. Seguía siendo la misma Unzen que ellas conocían: fuerte, decidida y siempre dispuesta a protegerlas. Pero en su corazón, sabía que el momento se acercaba, y cuando llegara, estaría lista para enfrentarlo.
Los días pasaban, y la vida en el barco seguía su curso. Hancock, Sandersonia y Marigold continuaban divirtiéndose y aprendiendo las habilidades necesarias para ser piratas, mientras Unzen se mantenía vigilante. Cada día que pasaba, la conexión entre ellas se fortalecía, y Unzen sentía una creciente responsabilidad de protegerlas a toda costa.
Finalmente, una noche, mientras el barco se deslizaba silenciosamente bajo un cielo estrellado, Unzen sintió una perturbación en su Haki de Observación. Una presencia extraña y hostil se acercaba, apenas perceptible, pero inconfundible. Se levantó lentamente, sus ojos fijos en la oscuridad del mar.
"Laki," susurró, y la pantera, que estaba descansando a su lado, levantó la cabeza, sus ojos dorados centelleando en la penumbra.
El momento que había temido estaba cerca, y Unzen sabía que debía estar preparada. Miró hacia donde dormían Hancock, Sandersonia y Marigold, sintiendo una determinación feroz crecer en su interior.
La noche era oscura y el ambiente en el barco de las Piratas Kuja estaba inquietantemente tranquilo. Unzen, consciente de la amenaza que había percibido con su Haki de Observación, tomó una decisión difícil. Sabía que para proteger a sus hermanas y garantizar su liberación, tendría que permitir que se las llevaran... por ahora.
Cuando el ataque de los traficantes de esclavos finalmente llegó, fue rápido y bien organizado. En medio de la confusión y el caos, Hancock, Sandersonia y Marigold fueron capturadas. Las piratas Kuja lucharon ferozmente, pero la sorpresa del ataque les dio poca oportunidad de reaccionar adecuadamente. Unzen, sin embargo, se mantuvo al margen, observando y esperando el momento oportuno.
Los traficantes, confiados en su victoria, no notaron cuando Unzen y Laki se deslizaron en su barco. Usando su Haki de Observación, Unzen pudo sentir las presencias de los traficantes en la cubierta, y con la ayuda de Laki, se movió sigilosamente a través del barco, evadiendo a los guardias con precisión. Laki, con su agudo sentido del olfato y su agilidad natural, lideraba el camino, asegurándose de que no fueran detectadas.
Una vez a bordo, Unzen se escondió en las sombras mientras el barco comenzaba su viaje hacia el Archipiélago Sabaody. Pasaron días en los que Unzen y Laki tuvieron que mantenerse ocultas, viviendo en la penumbra del barco, escuchando las conversaciones de los traficantes y aprendiendo sus movimientos. Su Haki de Observación le permitía prever cualquier peligro inminente, y con Laki a su lado, no había forma de que fueran sorprendidas.
Finalmente, el barco llegó al Archipiélago Sabaody, un lugar infame por su comercio de esclavos. Los traficantes, seguros de su éxito, llevaron a Hancock, Sandersonia y Marigold a la casa de subastas, un edificio imponente que se alzaba en el centro de la isla. Unzen, siempre en las sombras, siguió de cerca, su mente trabajando en un plan para liberarlas.
Cuando llegó el momento, Unzen y Laki se movieron con rapidez y precisión. Usando su Haki de Observación, Unzen pudo localizar a los guardias y los traficantes, anticipando sus movimientos antes de que pudieran reaccionar. Laki, con su velocidad y fuerza, eliminó a los guardias que patrullaban la zona, permitiendo a Unzen infiltrarse en la casa de subastas sin ser detectada.
Unzen se deslizó entre las sombras de la casa de subastas en el Archipiélago Sabaody. Su Haki de Observación le permitió sentir las presencias a su alrededor, identificando la ubicación exacta de los guardias y el jefe de los traficantes. Laki, siempre a su lado, se movía con la misma agilidad y silencio, sus sentidos agudizados por años de caza y emboscadas en la jungla.
Sabía que tenía que actuar con rapidez y precisión. Primero, debía encontrar las llaves de las jaulas donde estaban encerradas Hancock, Sandersonia y Marigold. Luego, buscar las llaves de los collares de esclavos, y si había oportunidad, saquear la bóveda de la casa de subastas.
Unzen llegó a la entrada de la oficina del jefe de los traficantes. Dos guardias armados protegían la puerta, pero para Unzen, ya no representaban un desafío. Con la velocidad y precisión que había desarrollado en sus años de entrenamiento, se lanzó hacia ellos antes de que pudieran reaccionar. Un golpe certero en la garganta de uno y una rápida estocada con su katana de madera en las costillas del otro los dejaron incapacitados en cuestión de segundos.
Empujó la puerta de la oficina y entró, encontrándose cara a cara con el jefe de los traficantes. Era un hombre corpulento, pero no un luchador, y el miedo se reflejaba en sus ojos cuando vio a la joven con una mirada fría y determinada. Intentó gritar, pero Unzen fue más rápida. Con un movimiento fluido, lo derribó al suelo, colocándole la katana de madera en el cuello para dejar en claro quién tenía el control.
"¿Dónde están las llaves de la bóveda y las de los collares y jaulas de los esclavos?" preguntó Unzen con voz firme, sin un rastro de vacilación.
El hombre, temblando y sin ningún deseo de resistirse, señaló un pequeño cofre de madera sobre su escritorio. "Las… las llaves están ahí… Por favor, no me hagas daño."
Unzen, sin perder más tiempo, abrió el cofre y encontró un manojo de llaves. Las reconoció de inmediato: unas eran para las jaulas, otras para los collares de los esclavos, y un juego en particular, más ornamentado, debía ser para la bóveda.
"Gracias," dijo Unzen, con una frialdad que hizo que el hombre tragara saliva. Antes de que él pudiera intentar cualquier cosa, Unzen lo golpeó en la cabeza, dejándolo inconsciente. No tenía tiempo para remordimientos; debía liberar a sus hermanas y a los demás esclavos.
Con las llaves en la mano, se movió rápidamente por la casa de subastas, abriendo las jaulas de los esclavos, comenzando por Hancock, Sandersonia y Marigold. Sus hermanas la miraron con alivio y admiración cuando la vieron aparecer entre las sombras, sabiendo que la situación estaba bajo control gracias a ella.
"¡Rápido, tenemos que irnos antes de que lleguen más guardias!" les dijo, entregándoles las llaves para que ayudaran a liberar a los demás. Mientras tanto, Unzen decidió que había algo más que debía hacer antes de escapar.
Guiada por las llaves ornamentadas, Unzen encontró la entrada a la bóveda de la casa de subastas. Abrió la pesada puerta de acero con cuidado, sabiendo que este sería un lugar donde los traficantes guardaban sus tesoros más valiosos. Cuando la puerta se abrió completamente, sus ojos se encontraron con montones de oro, joyas y otros objetos de gran valor. Pero algo más captó su atención.
Sobre un pedestal, en el centro de la bóveda, había tres frutas del diablo. Sabía lo que eran, y aunque no conocía todas sus habilidades, una en particular le llamó la atención: la Mero Mero no Mi. Era la fruta legendaria que había escuchado en historias, capaz de convertir a cualquier persona en piedra con solo un deseo.
Rápidamente, tomó las frutas del diablo y las guardó en un saco junto con parte del oro. No podía llevarse todo, pero lo suficiente para asegurar que ella y sus hermanas estuvieran protegidas y con recursos en el futuro.
Al salir de la bóveda, escuchó el sonido de pasos acercándose. Laki, que había estado vigilando la entrada, emitió un bajo gruñido para advertirle. Sin perder tiempo, Unzen regresó al grupo, entregándoles parte del oro y las frutas del diablo a sus hermanas, que ya habían liberado a los demás esclavos "Tenemos que irnos, ahora," les urgió, liderando el camino hacia la salida mientras Laki corría a su lado, lista para cualquier amenaza que pudiera surgir.
En el caos que se desató dentro de la casa de subastas, los gritos y el sonido de las puertas de las jaulas abriéndose resonaban por todo el lugar. Los esclavos, liberados de su cautiverio, corrían en todas direcciones, algunos en busca de venganza, otros simplemente queriendo escapar. Unzen, con sus sentidos agudos y su Haki de Observación activado, guiaba a Hancock, Sandersonia y Marigold a través del tumulto. A su lado, Laki se movía con elegancia, manteniéndose cerca, alerta ante cualquier amenaza.
Las cuatro hermanas de corazón se escabulleron por los pasillos, evitando a los guardias que intentaban controlar la situación. Unzen, con las llaves y las frutas del diablo aseguradas, lideraba el camino hacia la salida. Los gritos y el caos se volvían cada vez más lejanos mientras se acercaban a la puerta trasera, una ruta menos vigilada que Unzen había identificado previamente.
Finalmente, alcanzaron la salida y se encontraron bajo la tenue luz de la luna. El aire fresco de la noche en el Archipiélago Sabaody era un cambio bienvenido después de la claustrofobia de la casa de subastas. Pero su alivio duró poco; sabían que el peligro aún no había pasado.
"Tenemos que encontrar un barco," dijo Hancock, su voz temblando ligeramente mientras miraba alrededor, buscando algún medio para escapar.
Unzen asintió. "Sí, pero tenemos que ser cuidadosas. No sabemos cuántos de los traficantes están ahí afuera, y necesitamos alejarnos de aquí lo más rápido posible."
Con cautela, se movieron por las sombras, utilizando el laberinto de calles y callejones para mantenerse fuera de la vista. A medida que avanzaban, el sonido de los pasos apresurados y las voces de los guardias y traficantes buscándolos aumentaba, haciendo que el corazón de Unzen latiera con fuerza.
Llegaron al muelle cercano, donde esperaban encontrar un barco que pudieran usar para escapar. Sin embargo, para su desánimo, todos los barcos estaban custodiados por más guardias de lo que esperaban. No había ninguna posibilidad de tomar uno sin llamar la atención, y eso significaba que necesitaban otro plan.
"¿Qué vamos a hacer ahora?" preguntó Sandersonia, su voz reflejando la preocupación que todas compartían.
Unzen cerró los ojos un momento, tratando de pensar. No podían quedarse allí; eventualmente, serían atrapadas si seguían en los alrededores. Necesitaban un lugar seguro, y rápido. En su mente, repasó las opciones que tenían, y de repente recordó algo: el Bar de Shakky. Estaba en el Grove 13, un lugar donde tal vez podrían encontrar ayuda y refugio.
"Tenemos que ir al Grove 13, al Bar de Shakky," dijo Unzen con determinación. "Es el único lugar en el que podemos escondernos por ahora."
"¿Estás segura?" preguntó Hancock, con la preocupación evidente en su rostro. Era la mayor del grupo, y sentía una responsabilidad especial hacia sus hermanas, aunque en ese momento confiaba en Unzen para guiarlas.
"Es nuestra mejor opción," respondió Unzen. "Pero tenemos que movernos rápido y con cuidado."
Empezaron a moverse nuevamente, esta vez dirigiéndose hacia el Grove 13. El camino no sería fácil; tendrían que cruzar varios otros groves, y cada uno podía estar lleno de más peligros. Unzen lideraba con confianza, pero sabía que cada paso las acercaba más a una posible emboscada o captura.
Mientras avanzaban, los nervios de las hermanas comenzaban a aflorar. El peso de la situación se volvía cada vez más evidente, y la tensión en el grupo era palpable. Finalmente, después de recorrer varias calles estrechas, Unzen sintió que era demasiado arriesgado seguir adelante sin descansar. Encontró un pequeño callejón oscuro, donde podrían esconderse por un momento y tomar un respiro.
"Vamos, aquí," susurró, guiándolas hacia el callejón. Todas se amontonaron en el rincón más oscuro, tratando de permanecer lo más invisibles posible.
Marigold, la más joven, no pudo contener más sus emociones. Soltó un sollozo y comenzó a llorar suavemente, su pequeño cuerpo temblando de miedo. "No quiero que nos atrapen, Unzen…"
Unzen sintió una punzada en su corazón al ver el miedo en los ojos de su pequeña hermana. Se arrodilló junto a ella y la envolvió en un abrazo reconfortante. "No te preocupes, Marigold. No vamos a dejar que eso suceda. Estamos juntas, y no dejaré que nada te pase."
Hancock también se agachó a su lado, sus manos temblando ligeramente mientras acariciaba el cabello de Marigold. "Unzen tiene razón. Saldremos de esta. Solo tenemos que mantenernos unidas."
Sandersonia, aunque tratando de mantener la calma, también estaba visiblemente afectada. Sus manos se aferraban a las de Hancock mientras intentaba contener sus propias lágrimas. "Quiero volver a casa… No quiero estar aquí."
Unzen las abrazó a todas, tratando de transmitirles la fuerza que necesitaban. Aunque también sentía preocupación, sabía que tenía que ser fuerte por ellas. "Lo haremos. Regresaremos a casa. Pero primero, tenemos que llegar al Bar de Shakky. Ella puede ayudarnos."
El grupo permaneció así por unos momentos, buscando consuelo en el calor y la cercanía del otro. Finalmente, cuando el llanto de Marigold se calmó y Hancock y Sandersonia recobraron un poco de su compostura, Unzen se levantó, lista para seguir adelante.
"¿Están listas?" preguntó con suavidad.
Todas asintieron, y aunque el miedo aún estaba presente, había una nueva determinación en sus ojos. Se pusieron de pie, más unidas que nunca, y se prepararon para continuar su camino hacia el Grove 13.
Unzen, con Laki a su lado, lideró nuevamente, manteniendo sus sentidos alerta mientras avanzaban por las oscuras calles de Sabaody. Sabía que aún había muchos obstáculos por delante, pero con sus hermanas a su lado, estaba decidida a enfrentarlos y asegurarse de que todas regresaran a salvo a casa.
Con el objetivo claro en mente, Unzen, Hancock, Sandersonia y Marigold avanzaron con cautela a través de las oscuras y bulliciosas calles del Grove 1. Laki, siempre cerca, se movía en silencio, sus sentidos agudizados captando cada sonido y movimiento en la penumbra. Unzen, igualmente atenta, guiaba al grupo, lista para enfrentar cualquier amenaza que pudiera surgir en su camino.
A medida que avanzaban, el ambiente se volvía cada vez más tenso. La amenaza de los traficantes de esclavos y matones que patrullaban la zona era real y constante. Unzen y Laki se prepararon para cualquier confrontación, y no tardaron en encontrarla.
Mientras se movían a lo largo de una calle angosta, una figura se materializó de entre las sombras. Era un matón de aspecto siniestro con una gran cicatriz en la mejilla. Al parecer, había estado esperando a alguien o simplemente patrullaba el área. Sus ojos se encontraron con los de Unzen, y sin mediar palabra, sacó una espada maltrecha y se lanzó hacia ella con un grito gutural.
Unzen reaccionó rápidamente, desenfundando la katana de madera con la que había estado entrenando. Aunque estaba acostumbrada a la espada de madera, en ese momento necesitaba algo más contundente. Un golpe certero de su katana bloqueó el ataque del matón, pero el impacto la hizo retroceder. Laki, con agilidad felina, se lanzó al ataque desde un costado, sus garras afiladas cortando el aire. Con un rápido movimiento, Laki desgarró el costado del matón, haciéndolo caer al suelo.
Una vez que la amenaza estuvo neutralizada, Unzen avanzó rápidamente hacia el matón caído. Sin perder tiempo, recogió la espada maltrecha que el matón había usado. Aunque no era un arma de alta calidad, podía ser útil en su situación actual. Al examinar la espada, Unzen notó que el mango estaba desgastado, pero la hoja aún tenía un filo decente, Unzen se acerco al matón y clavo la espada en su pecho.
Miró a Hancock, Sandersonia y Marigold, que observaban la escena con una mezcla de preocupación y determinación. "Tenemos que seguir avanzando. Este mapa podría ser útil, debemos evitar más problemas," dijo Unzen, mostrando el mapa arrugado que había encontrado en el bolsillo del matón.
Laki, con su pelaje aún erizado por la tensión, se acercó a Unzen y le dio un toque de la pata, como si entendiera la gravedad de la situación. Unzen le sonrió, agradecida por la lealtad de su compañera felina.
Avanzaron con cautela siguiendo el mapa, manteniendo un ojo en cada sombra y cada ruido. El Grove 1 estaba lleno de caminos laberínticos, y cada giro parecía esconder una nueva amenaza. Sin embargo, la determinación y el entrenamiento de Unzen y Laki les permitieron moverse con eficacia.
Hancock, Sandersonia y Marigold avanzaron con prisa, siguiendo las instrucciones de Unzen. Sin embargo, no pasaron muchos minutos antes de que encontraran otra resistencia. En la esquina de una calle ancha, un grupo de seis traficantes de esclavos se encontraban hablando, ajenos al peligro que se les venía encima.
Unzen, con el Haki de Observación activado, percibió su presencia antes de que los traficantes los notaran. Miro a Hancock y las niñas y dijo "Quédense aquí" Hizo una señal a Laki, y ambas se prepararon para atacar. La estrategia era simple: neutralizar a los enemigos rápidamente antes de que pudieran hacer demasiado ruido.
Unzen avanzó sigilosamente, el sonido de sus pasos amortiguado por la hierba y las sombras que cubrían su camino. Con un ágil movimiento, se acercó al grupo, y Laki la siguió en paralelo, moviéndose como una sombra.
Uno de los traficantes, el más cercano, estaba distraído hablando con los demás. Unzen se abalanzó sobre él, y con un rápido movimiento, le atravesó el abdomen con la espada maltrecha que había robado de los matones anteriores. El hombre dejó escapar un grito ahogado mientras caía al suelo" Aarrgg" y los otros dos traficantes se giraron en su dirección, sus rostros llenos de sorpresa y terror.
Laki se lanzó al ataque, sus garras desgarrando el aire con precisión. Atacó a uno de los traficantes, sus movimientos rápidos y mortales. Unzen, por su parte, luchó contra otro traficante, que intentaba contraatacar con un garrote. El matón intentó golpearla "T-tu maldita niña" pero Unzen esquivó el ataque con agilidad, moviéndose hacia un lado y utilizando el peso del garrote para desviar el golpe. Con un rápido movimiento, hizo un corte limpio en el muslo del traficante y luego clavo su espada en la garganta del hombre "Uurrgrg" saco su espada y se alejo dejándolo morir lentamente.
El combate fue feroz, y aunque Unzen y Laki lograron vencer a los traficantes, no salieron sin heridas. Unzen sentía un dolor agudo en el costado; una herida superficial que recibió cuando uno de los traficantes logró rasgar su piel con un cuchillo. Laki también tenía un par de arañazos en su pelaje, pero parecía estar en buen estado, su agilidad y fuerza intactas.
Acercándose a sus hermanas les dijo "Sigamos, no podemos perder tiempo," mientras apretaba los dientes para soportar el dolor y avanzaba junto con las demás. La preocupación por las heridas era mínima comparada con la urgencia de llegar al Bar de Shakky.
A medida que se acercaban al bar, la resistencia se volvía más intensa. Encontraron más matones y traficantes en su camino, algunos incluso armados con espadas y otros con armas de fuego. Cada enfrentamiento era una prueba de su habilidad y resistencia. Unzen y Laki continuaban luchando con destreza y determinación, utilizando todo lo que habían aprendido en sus años de entrenamiento.
En uno de los enfrentamientos más críticos, un matón armado con una espada larga y afilada se les cruzó en el camino. Con un movimiento brutal, intentó decapitar a Unzen, pero ella se agachó con rapidez, esquivando el golpe. La lucha que siguió fue dura. Unzen sintió el filo de la espada del matón rozar su hombro, dejándole una herida profunda. A pesar del dolor, se mantuvo en pie, usando su Haki de Observación para anticipar los movimientos de su enemigo. Laki, con una serie de saltos precisos, logró atacar al matón por los costados, dándole la oportunidad a Unzen de dar el golpe final.
A medida que Unzen y Laki se acercaban al Bar de Shakky, se toparon con un traficante de esclavos de gran tamaño y fuerza. El hombre era imponente, con una actitud feroz y una gran espada en su mano. Era evidente que no sería fácil de vencer.
Mientras avanzaban, Unzen y Laki detectaron la presencia del traficante antes de que él pudiera prepararse. Con una coordinación perfecta, lucharon con agilidad y precisión, pero pronto se dieron cuenta de que el traficante no estaba solo. Otros tres traficantes, aprovechando la distracción, habían capturado a Hancock, Sandersonia y Marigold, arrastrándolas hacia una esquina cercana.
Unzen y Laki se enfrentaron al traficante principal, quien demostró ser un adversario formidable. Sus movimientos eran rápidos y brutales, y cada golpe de su espada tenía el potencial de causar un daño significativo. Aunque Unzen activó su Haki de Observación para anticipar los movimientos del enemigo, la distracción provocada por los gritos de las chicas impactó negativamente en su concentración. "¡Unzen!", "¡Hermana!".
Desviando la mirada, Unzen vio cómo retenían a sus hermanas y gritó "¡Joder!" En medio del enfrentamiento, el traficante aprovechó la distracción de Unzen. Con un rápido movimiento, logró herirla en el costado, dejándole una herida profunda. "¡Mierda!" exclamó Unzen, sintiendo el dolor agudo y punzante, pero continuó luchando. Laki también fue alcanzada por uno de los ataques del traficante, recibiendo un corte en el flanco que la hizo tambalear. Unzen, al ver la situación de Laki, gritó "¡Laki!" El traficante se acercó a Unzen rápidamente y, con unos cuantos cortes más, la arrojó al suelo de una patada.
"¡Maldita sea!" Unzen, herida y debilitada, vio cómo el traficante se preparaba para dar el golpe final. La desesperación la invadió, pero en un momento crítico, un resorte de energía nació dentro de ella. Una ola de poder se desató, y el Haki de Conquistador de Unzen se manifestó con una fuerza abrumadora.
El poder de su Haki de Conquistador se extendió en una oleada que golpeó a los traficantes de esclavos con tal intensidad que los dejó inconscientes en el acto. Sus cuerpos cayeron al suelo sin movimiento, incapaces de resistir el impacto de la fuerza de voluntad de Unzen. Hancock, Sandersonia y Marigold, aún en shock, también se desmayaron a causa de la presión. Laki, afectada por la intensidad del Haki, cayó al suelo inconsciente.
Exhausta y debilitada, Unzen reunió sus últimas fuerzas para arrastrar a Hancock, Sandersonia, Marigold y Laki hacia el bar de Shakky. La caminata era dolorosa y lenta, la pérdida de sangre estaba afectando severamente a Unzen, y su visión comenzaba a nublarse. Finalmente, llegó cerca del bar, a punto de caer. En ese instante crítico, una mano firme y cálida la sostuvo. Era un hombre que había salido del bar al escuchar el caos afuera. Con expresión preocupada, el hombre sujetó a Unzen con firmeza.
El hombre, con una mirada experimentada, se apresuró a llevar a Unzen, Hancock, Sandersonia, Marigold y Laki dentro del bar de Shakky. La puerta chirrió al abrirse, y el hombre, cargando con gran esfuerzo a las chicas y a la pantera, entró al establecimiento. El bar estaba en silencio, vacío excepto por Shakky, que estaba detrás de la barra organizando algunas botellas.
Al ver a Unzen y a las demás en tan mal estado, Shakky frunció el ceño y se acercó rápidamente. La preocupación en sus ojos era evidente mientras observaba la escena. El hombre dejó a las chicas y a Laki en el suelo, y Shakky se puso a trabajar de inmediato. Primero, se dirigió hacia Unzen, cuya herida era grave, con sangre empapando su ropa. Shakky aplicó presión en las heridas para detener el sangrado y preparó un vendaje improvisado. Luego se ocupó de las demás, tratando de estabilizar a Hancock, Sandersonia y Marigold, quienes también estaban heridas y debilitadas.
Laki, la pantera negra, estaba inconsciente pero respiraba normalmente. Shakky le echó un vistazo y decidió que también debía ser atendida.
Mientras trabajaba, Shakky lanzó una mirada al hombre que había traído a las chicas. "Gracias por tu ayuda. No sé qué habría pasado si no hubieras llegado."
El hombre asintió, sus hombros relajándose un poco. "Solo hice lo que pude. Esos traficantes… no se quedarán quietos por mucho tiempo. ¿Qué harás ahora?"
"Primero, asegurarme de que todos estén a salvo," dijo Shakky con una expresión grave. Luego, su mirada se dirigió al hombre que estaba de pie cerca. "¿Y tú? ¿Qué haces aquí, Rayleigh?"
El hombre en cuestión era Silvers Rayleigh, conocido como el Rey Oscuro, cuya presencia imponente y serena no pasaba desapercibida.
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Si encuentran algun error o algo que mejorar en el capitulo comentenme de manera respetuosa. ya que estoy tratando de mejorar en la escritura.