—¡Eso es! Estaremos en la persecución de nuevo —acordó instantáneamente Mary—. Ya somos fugitivos, no queremos ser etiquetados como secuestradores —agregó—. Ella ya estaba vieja y la prisión le disgustaba. Era el último lugar al que quería volver, por eso nunca había abandonado la mansión porque temía que la atraparan tan pronto como sus pies salieran de la mansión.
Vieron a los otros guardias de seguridad correr hacia la puerta y abrirla. —Parece que ya encontró a Erika —comentó Mary con una sonrisa maliciosa—, pero tan pronto como vio a Adrain entrar sin Erika, solo él y sus hombres, su sonrisa se desvaneció.
—Adrian, ¿qué pasa? ¿Por qué Erika no está contigo? —le preguntó.