El señor Davis continuó rebuscando en el bolso, dispersando todas sus pertenencias que acabaron cayendo al suelo hasta que encontró lo que estaba buscando.
—Así que planeas traicionarme, ¿eh, Jazmín? Después de todo lo que hemos pasado para estar tan cerca de conseguir nuestro objetivo, ¿planeas darme la espalda? —le preguntó con un tono de decepción—. Eres una verdadera vergüenza —escupió. Nunca pensó en sus pensamientos más locos que Jazmín, su hija a la que había estado educando para alcanzar todos sus objetivos, podía traicionarlo de esa forma. Antes, cuando estaba atendiendo su llamada telefónica, vio sus sombras detrás de la puerta, escuchando su conversación. Ahí fue donde empezó a sospechar de Jazmín.